Detectar los trastornos del espectro autista (TEA) durante la primera infancia permite una intervención temprana que favorece el desarrollo e integración social de los afectados, y por ello la Academia Estadounidense de Pediatría recomienda la detección universal de los TEA en los niños de 18 a 24 meses, aunque actualmente el diagnóstico puede retrasarse hasta los 3 o 4 años. Ahora, un nuevo estudio ha mostrado que un conjunto de herramientas automatizadas podría ser capaz de predecir el autismo desde el primer mes de vida del bebé.
Investigadores de la Universidad de Duke han elaborado un algoritmo empleando los datos de salud procedentes de niños menores de un año. Los bebés que posteriormente fueron diagnosticados con autismo tenían muchas más probabilidades de haber sido examinados por un oftalmólogo o un neurólogo, de tener problemas gastrointestinales, o de recibir fisioterapia, que los niños neurotípicos (cuyo cerebro se desarrolla y funciona de una manera considerada normal), ha afirmado en declaraciones a Usa Today Geraldine Dawson, directora del Centro Duke para el Autismo y el Desarrollo Cerebral y autora del estudio, que se ha publicado en JAMA Network Open.
Dawson ha explicado que sus hallazgos también confirman que el autismo no solo afecta al cerebro, sino a todo el organismo, ya que puede incluir alteraciones digestivas, del sueño, neurológicas y de la vista, entre otras. “Necesitamos pensar en el autismo no solo como una afección de tipo conductual, sino también como una afección que involucra la salud física”, señala. “Esta es una forma de aprovechar esa información: hacer un mejor trabajo en la detección temprana”.
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