La percepción es la capacidad para captar información del entorno mediante un conjunto de acciones en forma de estímulo para un aprendizaje final. Es el resultado, pues, de un proceso de selección, interpretación y corrección.
En muchos casos, los déficits de la percepción se relacionan con un trastorno mental, como por ejemplo, la esquizofrenia. Sin embargo, no siempre tiene que estar condicionado a esto, pues el ser humano puede ser, por muchos otros motivos, víctima de una perturbación en su modo de ver e interpretar la realidad. Ante este problema, el resultado (proveniente del desencadenante que sea) es común: la experimentación de distorsiones y engaños de la propia mente.
Las alucinaciones son la forma más común de estos casos de alteración perceptiva. Este concepto ha ido evolucionando a lo largo de la historia, modificando y enriqueciendo su definición. En resumen, la alucinación se produce en ausencia de un estímulo que lo desencadene, pero dando la sensación a quien la padece de que es completamente real. Estas pueden provocarse por diferentes motivos: esquizofrenia, depresión, epilepsia, tumores, consumo de sustancias e incluso en pequeños momentos de estrés o ansiedad.
Existe una amplia gama de alucinaciones diferentes, dependiendo de la modalidad sensorial en las que aparecen. Los cuatro grandes campos en los que se clasifica son: las alucinaciones visuales, auditivas, de gusto y olfato, y por último, las hápticas.
Las alucinaciones visuales se producen cuando el sujeto ve algo que no es real. La distorsión abarca desde la visualización de pequeños destellos hasta personas, seres imaginarios e incluso escenas vividas. Dentro de esta modalidad, algunas subcategorías más llamativas son las “liliputienses”, en las que el tamaño de lo que vemos no corresponde con cómo se vería en la realidad (por ejemplo, una abeja gigante) o la “autoscopia”, por la que la persona puede verse a sí mismo desde el exterior de su cuerpo. Estas alucinaciones son muy comunes con el consumo de sustancias.
La siguiente, las auditivas, son frecuentes de la esquizofrenia. Estas consisten en oír algo que no existe, desde un simple ruido hasta una voz que nos habla. En muchos casos, estas voces internas ordenan acciones a la persona.
Las alucinaciones del olfato y el gusto son las menos frecuentes de todas, y suelen relacionarse con intoxicaciones o trastornos neurológicos. Y por último, las alucinaciones hápticas son aquellas producidas desde el tacto. Se ha distinguido entre alucinaciones táctiles activas, en la que el sujeto cree haber tocado objetos inexistentes y la pasiva, en la que el paciente cree haber sido tocado. Esta puede considerarse como una de las más traumáticas, puesto que los que las sufren pueden sentir que les queman o les pinchan, entre otras. Aunque, por otro lado, también hay casos que experimentan alteraciones de carácter sexual.
Parte de lo que hace a las alucinaciones tan llamativas es la incapacidad del que las sufre para distinguir entre la fantasía y la realidad.