José Gregorio Hernández, el hombre cuya imagen adorna estampitas y altares en millones de hogares, es conocido por su devoción y los milagros que se le atribuyen. Sin embargo, detrás del científico y el "siervo de Dios" se esconde una historia fascinante de talentos y una vida polifacética que lo consolidan como un verdadero venezolano universal.
El doctor, próximo a ser canonizado, no fue solo un brillante médico; su inquietud, curiosidad y gran corazón lo llevaron a destacar en múltiples áreas que pocos conocen.
Un Intelecto y un Corazón Apasionados
José Gregorio Hernández poseía un intelecto brillante y una notable sensibilidad artística y cultural:
Músico Consumado: Era un talentoso pianista, que también dominaba el violín y la flauta, en las reuniones sociales de la Caracas de su época, deleitaba a sus amigos con magistrales piezas al piano.
Vida Social y Baile: Lejos de ser un ermitaño, disfrutaba de la vida social caraqueña y era un excelente bailarín, le gustaba asistir a los conciertos al aire libre en la Plaza Bolívar.
Voz Afinada: Aunque no hay grabaciones, cronistas aseguran que tenía una afinada voz con la que interpretaba himnos y salmos en perfecto latín durante su intento de ingresar a la vida religiosa.
Fe, Artes y Dominio de Lenguas
Su profunda fe y su sed de conocimiento también se manifestaron en habilidades poco comunes para un médico
Pintor de la Fe: Fue un hábil pintor cuyas obras reflejaban su devoción, como el Sagrado Corazón de Jesús y el Sagrado Corazón de María
Políglota Excepcional: José Gregorio Hernández hablaba cinco idiomas, además de dominar el latín y el hebreo, un testimonio de su dedicación al estudio.
La Generosidad, su Mayor Legado
A pesar de su cuna de clase media, su humildad era legendaria. Incluso aprendió el oficio de la sastrería y llegó a confeccionar algunos de sus trajes.
No obstante, su mayor impacto lo dejó su infinita generosidad. Atendía a los más vulnerables sin cobrarles y, a menudo, les compraba las medicinas. De forma conmovedora, en su consulta mantenía una bolsa llamada "El Cepillo de los Pobres" para que los pacientes tomaran dinero para sus tratamientos o alimentos. Esta práctica le valió el eterno título de "Médico de los Pobres".
El doctor José Gregorio Hernández fue un hombre sensible, brillante y apasionado. Su vida nos deja la lección de que "quien se entrega a los demás con amor nunca muere", un legado eterno que, a través de sus talentos y servicio, permanece vivo en el corazón de Venezuela.
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