La alimentación no es inocua. A través de la ingesta de alimentos recibimos nutrientes, unas sustancias esenciales que nuestro organismo no puede fabricar y que son imprescindibles para mantener la salud. Los que se encuentran en mayor cantidad reciben el nombre de macronutrientes (hidratos de carbono, proteínas y lípidos). En cambio, los que constituyen una pequeña parte se denomina micronutrientes (vitaminas y minerales).
Por tanto, lo primero es conocer cuáles son los nutrientes y cómo podemos obtener la energía que nos hará funcionar, señala la Fundación Española de la Nutrición (FEN). Y, en base a este conocimiento, estudiaremos la composición de los alimentos. El objetivo: combinarlos adecuadamente en función de nuestras necesidades nutricionales. En otras palabras, que no nos dejemos ningún nutriente en el tintero.
Tipos de vitaminas
Las vitaminas son micronutrientes necesarios, entre otras funciones, para que sea posible la transformación de los alimentos en energía y en estructuras corporales. De acuerdo con los nutricionistas españoles, la mayoría de las vitaminas son precursores de coenzimas y su mecanismo de acción radica, fundamentalmente, en la regulación enzimática del metabolismo.
Por sus propiedades físicas, se clasifican en dos: hidrosolubles (B1 o tiamina, B2 o riboflavina, equivalentes de niacina, ácido fólico o B6); y liposolubles (vitaminas A, D, E y K).
Producir colágeno y mantener el sistema inmune
Una de las más conocidas es la vitamina C. Se trata de un nutriente hidrosoluble que se encuentra en ciertos alimentos y que tiene importantes implicaciones para el funcionamiento de nuestro organismo. Por ejemplo, como productor de colágeno.
Según los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés), el cuerpo necesita vitamina C para producir colágeno, una proteína necesaria para la cicatrización de las heridas, el fortalecimiento de los huesos y el mantenimiento de los tendones y la piel. Eso explica que muchos productos cosméticos para el cuidado de la cara incluyan compuestos de este tipo.
No es la única función de este nutriente. La vitamina C también mejora la absorción del hierro presente en los alimentos de origen vegetal y contribuye al buen funcionamiento del sistema inmunitario para proteger al cuerpo contra las enfermedades.
Esto no quiere decir que tengamos menos riesgo de resfriarnos. Sin embargo, los NIH explican que, quienes la toman con regularidad, podrían sufrir resfriados de duración levemente menor o síntomas algo más leves al resfriarse.
La lista no acaba ahí. En el cuerpo, la vitamina C actúa como antioxidante, al ayudar a proteger las células contra los daños causados por los radicales libres. Los radicales libres son compuestos que se forman cuando el cuerpo convierte los alimentos que consumimos en energía. Las autoridades sanitarias ponen varios ejemplos de radicales libres: el ambiente por el humo del cigarrillo, la contaminación del aire y la radiación solar ultravioleta.
Fuentes de vitamina C
Visto la función que cumple la vitamina C en nuestro organismo, la duda que surge es dónde encontrarla. Las frutas y verduras son las mejores fuentes de vitamina C, de acuerdo con la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (Sedca). Solo tenemos que consumir alimentos variados como las frutas cítricas (naranjas o kiwi) o el brócoli, las fresas, el melón o los tomates.
Con información de: VidaE/Mundo Deportivo