Existen distintos tipos de piel, que a su vez están influenciados por factores genéticos, regionales o alimenticios. Con sus casi 2 m² de extensión y 5 kg de peso, la piel es el órgano más grande del cuerpo.
Se divide en dos capas principales (epidermis y dermis) y cumple muchas funciones, como mantener íntegras las estructuras del organismo, actuar como barrera protectora, y funcionar como sistema de comunicación con el entorno.
La alimentación es fundamental para obtener energía y desarrollarnos, por lo que impacta directamente en la salud cutánea. La fortaleza, brillo, elasticidad, presencia de arrugas o manchas, y velocidad de recuperación de la piel, dependerá de los y la cantidad de nutrientes que formen parte de nuestra dieta.
La vitamina C se encuentra en la dermis y epidermis, y tiene efectos antioxidantes, por lo que es muy útil para combatir la acción de los radicales libres (moléculas inestables que afectan a las estructuras celulares sanas). Esto ayuda a reducir el riesgo de envejecimiento prematuro.
Mantenerte hidratado es muy importante para cuidar la salud del organismo, y, por consiguiente, de la piel. Cuando la persona está deshidratada, la piel pierde fuerza, elasticidad, brillo, y es más propensa a marcarse, secarse y dañarse.
Para evitar esta situación los expertos recomiendan beber entre 6 y 8 vasos de agua por día, aunque todo depende de las necesidades individuales.
Este consumo no causará el mismo efecto en personas activas o que viven en zonas con climas cálidos, en comparación con personas sedentarias o de menor actividad, o que viven en zonas de climas fríos.