Son muchas las personas que arrastran los síntomas de la ansiedad o depresión desde la infancia hasta la edad adulta. Eso, según un estudio de la Universidad de Queensland (Australia), podría deberse a un vínculo genético que acaban de descubrir entre estos trastornos mentales infantiles y su persistencia en la edad adulta.
Concretamente, el estudio publicado en el Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry ha encontrado que aunque se sabía que los factores hereditarios podrían ser en parte la causa de la aparición de la depresión y la ansiedad en la infancia la genética también podría interferir en cómo estos síntomas continúan con el paso de los años.
Ya se sabía por estudios anteriores que el desarrollo de ansiedad y depresión dependen en aproximadamente un 40% de la genética de la persona (antecedentes familiares), aunque no dejan de ser importantes los factores ambientales que le rodean, como puede ser la escuela en la que se educa o la vida familiar en la infancia, que representa en torno el 60% restante.
Este metaanálisis se ha convertido en el más grande de su tipo hecho hasta la fecha, pues se ha analizado el genoma completo de 64.641 niños entre 3 y 18 años mediante los datos del consorcio Early Genetics and Lifeforce Epidemiology y lo ha puesto en relación con los casos de ansiedad y depresión en la edad adulta. Las tasas estimadas de ansiedad y depresión en el mundo son del 15% de la población, y en los niños estos casos podrían rondar entre el 2% y el 3% de depresión infantil y entre 6% y 7% de ansiedad en la niñez y adolescencia.
Más riesgo de TDAH y comportamientos agresivos
Los resultados del análisis revelaron que hubo una superposición genética entre los trastornos psicológicos en la infancia y en la adultez al comparar estos resultados con los anteriores en adultos. Los niños que mostraban niveles parecidos de ansiedad y depresión en el momento del estudio, también eran similares genéticamente.
Se encontraron correlaciones genéticas intensas con rasgos externos –por ejemplo agresividad–, lo que sugiere que los síntomas de internalización en la infancia y en la adolescencia podrían compratir vulnerabilidades genéticas sustanciales con los trastornos de internalización –como miedo o tristeza– de adultos y otros rasgos psiquiátricos de la niñez. Esto, explicaría en parte por qué continúan los síntomas de internalización a lo largo del tiempo y la alta comorbilidad que padecen los niños.
Y es que, se observó que aquellos que experimentan ansiedad o depresión solían tener más probabilidades de acabar desarrollando un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) o comportamientos agresivos contra los demás. Según el estudio “las comparaciones con otros trastornos psiquiátricos de adultos mostraron correlaciones genéticas altas con trastornos de inicio en la infancia como el TDAH y trastorno del espectro autista (TEA), pero no asociaciones sólidas con trastorno bipolar, trastorno obsesivo-compulsivo o anorexia nerviosa”. Esto podría deberse, según los investigadores a variantes genéticas.
“Las personas con un trastorno de ansiedad reflexionan sobre su situación, lo que les impide seguir adelante. Hay una diferencia en cómo las personas responden a los factores estresantes, y parte de esa diferencia es genética” indica Christel Middeldorp, principal autora del estudio. Estos hallazgos son importantes porque ayudan a identificar a las personas con mayor riesgo de que los síntomas psicológicos continúen a lo largo de la vida, por lo que se puede proporcionar un tratamiento intenso y personalizado donde sea necesario, ha explicado.
Ahora, los investigadores pretenden seguir investigando más sobre este vínculo encontrado, concretamente tienen el afán de saber cómo interacciona la genética y las variables ambientales para poder observar la manera en la que juntas llegan a influir en la depresión y ansiedad infantil, que acaba persistiendo en la mayoría de los casos hasta la edad adulta.
Con información de WebConsultas