Seguro que en algún momento de nuestra vida hemos tenido pendiente una gran cantidad de tareas que se han ido posponiendo día tras día. Esto es lo que comúnmente se denomina "procrastinación" y se basa esencialmente en dejar para otro momento tareas que resultan importantes y sustituirlas por otras más centradas en el descanso o el entretenimiento, lo que produce sentimientos de frustración y culpabilidad. La procrastinación puede aumentar los niveles de estrés y ansiedad, dando lugar a otras patologías más graves, como es el caso de la depresión.
Según publica la Fundación ANAED, el 20% de las personas que padecen depresión también son procrastinadoras. Aunque en muchos casos somos conocedores de que evitar tareas importantes puede conllevar consecuencias perjudiciales, realmente esta acción tiene una parte irracional.
La procrastinación se produce ante ciertas actividades que nos pueden generar ansiedad, estrés, miedo al fracaso o la incapacidad de dominar momentos de mucha tensión. Si bien, también puede ser motivo de una mala planificación o porque simplemente se trata de tareas aburridas o tediosas. La evitación de tareas permite regular emociones desagradables al evadirlas temporalmente. La regulación emocional es la capacidad de manejar las emociones de forma que no interfieran negativamente en nuestro día a día y las relaciones.
The Brain School, una entidad dedicada a enseñar técnicas de estudio, explica de manera sencilla que en la mente de todo persona que procrastina existe una parte racional y lógica, y otra que solo busca la "diversión". En el caso de las personas que optan por alargar la realización de las tareas, solo cuando entra un momento de pánico por la llegada de la "fecha de entrega" es cuando logran realizarlas.
Postergar tareas implica que tengamos un sentimiento de culpabilidad y con ello surja como resultado que poco a poco disminuya la autoestima y la falta de confianza en uno mismo. De hecho, un estudio publicado en la revista JAMA Network Open, ha estudiado la procrastinación en más de 3.500 estudiantes universitarios y se observaron vínculos entre esta práctica y una mala salud física, mental y financiera.
Si este tipo de acciones se prolongan demasiado en el tiempo, se recomienda siempre consultar con un psicólogo que pueda ofrecer soluciones al respecto, con el fin de que esto no afecte al bienestar personal ni al rendimiento laboral y/o académico.