Una nueva investigación realizada en más de 754 mujeres embarazadas; reveló que la exposición prenatal a la polución atmosférica se asocia con cambios en el tamaño de estructuras cerebrales fetales.
Entre los cambios se encuentran el aumento de los ventrículos laterales y la cisterna magna, además de un posible retraso en la maduración cerebral. En el tercer trimestre de gestación, las participantes se sometieron a una neurosonografía transvaginal, una ecografía avanzada que permite examinar con detalle la morfología y las estructuras del cerebro fetal.
Además, se recopilaron patrones de movilidad mediante una aplicación de geolocalización instalada en los teléfonos móviles de las participantes. Esto permitió definir tres microambientes clave: el hogar, el lugar de trabajo y las rutas de desplazamiento diario.
Los resultados del estudio mostraron una asociación entre una mayor exposición al carbono negro y una reducción en la profundidad del surco lateral, lo que podría sugerir una menor maduración cerebral.
Las asociaciones entre la exposición a la contaminación del aire y los cambios en la morfología de estas estructuras cerebrales fueron más fuertes durante el segundo y tercer trimestre del embarazo.
“Durante la mitad y el final de la gestación, el cerebro fetal entra en una fase clave de su desarrollo, lo que lo hace particularmente vulnerable a factores externos como la contaminación”, explica Payam Dadvand, doctor en epidemiología ambiental y autor sénior del estudio.
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