Después de nueve meses del asesinato de Silvia López Gayubas, de 48 años, a manos de sus hijos menores en el municipio cántabro de Castro Urdiales, el Juzgado de Menores de Santander ha dictado sentencia para el mayor de los hijos adoptivos. Jon, que tenía 15 años en el momento en el que acabó con la vida de su madre el pasado 7 de febrero, tendrá que cumplir seis años de internamiento en régimen cerrado tras ser condenado por asesinato y agresión sexual, ambos con la circunstancia agravante de parentesco y sin ninguna atenuante por su estado mental.
Así lo ha adelantado este martes los medios, algo que posteriormente ha sido confirmado por fuentes jurídicas a Europa Press, que han explicado que la pena pactada para el adolescente es la máxima para alguien de esa edad y que se ha dado tras un acuerdo de conformidad entre el menor y la familia, entre ellos el padre, que ha ejercido de acusación particular. Si el adolescente hubiese tenido 16 años en el momento del crimen, la sentencia podría haber sido de diez años. Los cumplió días después.
Según la sentencia, a la que ha tenido acceso el mencionado medio, tanto el ahora condenado como su hermano menor, que al ser inimputable se encuentra en un centro de menores bajo la tutela de las instituciones cántabras, actuaron "de mutuo acuerdo" para cometer el asesinato de la madre. El Tribunal considera que planearon el ataque, que se produjo cuando la madre estaba comiendo a solas en su vivienda. Fue en ese momento cuando, "abalanzándose sobre ella", el menor la agarró por detrás sujetándola el cuello mientras que el mayor le propinó varias cuchilladas en la cabeza y en la nuca.
Según el relato de la sentencia, la madre intentó defenderse en vano, ya que comenzó a desangrase, momento en el que el mayor de los hijos decidió desnudarla y "con ánimo libidinoso le introdujo varias veces los dedos en la vagina", motivo por el que ha sido condenado también por agresión sexual. Después la cubrieron con bolsas (dos en la cabeza y otra abierta por abajo en la zona genital), le ataron pies y manos con cinta aislante, la llevaron al garaje -directamente comunicado con la vivienda- y la introdujeron en el suelo del coche.
Se fueron a merendar
Después, con la intención de eliminar huellas y rastros del crimen, limpiaron la sangre y dejaron una nota en la cocina donde pedían ayuda. Ya de vuelta el coche, el mayor intentó arrancarlo sin éxito empotrándolo contra la pared. Se bajaron, dejando allí el cadáver, y se fueron a merendar a un local del pueblo. Silvia fue asesinada sobre las 18.00 horas y los menores no atendieron las llamadas de su abuela hasta pasadas las 20.00 horas, cuando le contaron que habían sido secuestrados.
La mujer avisó a la Guardia Civil, que se presentó de inmediato en la vivienda familiar y descubrió el cuerpo sin vida de la mujer en el coche. Los menores, por su parte, permanecieron huidos hasta casi las 2 de la madrugada, cuando fueron encontrados en un parque cercano.
Después de esto, el mayor, ahora condenado, confesó ante la Fiscalía de menores que su madre solía agredirlos de forma regular y que en el hogar las discusiones eran habituales, ya fuera por el rendimiento académico o la alimentación. "Llegaron los resultados de las notas y mi madre, al verlas, empezó a insultarme y me pegó con la mano en la cara. Me dio un ataque de furia, cogí un cuchillo de la encimera y se lo clavé en la cabeza varias veces", relató. Nada de esto se refleja en la sentencia.
Según la autopsia recogida en la sentencia, Silvia presentaba heridas inciso penetrantes por arma blanca en la nuca que le provocaron una gran hemorragia, lo que le llevó a morir desangrada. También tenía 18 cortes de cuchillo en distintas partes de la cabeza, marcas de estrangulación y golpes en la cara y el cráneo.
La mujer, originaria de Vizcaya, donde trabajaba en el área de Medicina Nuclear del Hospital de Cruces, era muy conocida en la localidad, donde también ejercía de catequista en la iglesia Mosaico y decidió adoptar a los menores, originarios de Rusia, cuando tenían dos y cuatro años. "Era alegre, implicada en la parroquia, creyente, una mujer muy entregada, con un matrimonio muy unido, la familia siempre junta", declaraba el párroco de Castro poco después del crimen, algo que corroboraron sus compañeros de trabajo.
Con información de 20minutos