Antes de que los niños pequeños aprendan a hablar, el llanto es su único medio de comunicación vocal, pero ¿saben los adultos cuándo un bebé siente dolor en lugar de estar ligeramente incómodo? Un nuevo estudio constata que descifrar los gritos de dolor no es una habilidad innata y debe aprenderse.
Según explica Nicolas Mathevon, de la Universidad de Saint-Etienne (Francia), la capacidad de detectar el dolor en los llantos, es decir la habilidad de diferenciar un llanto de dolor de uno de malestar, está modulada por la experiencia de cuidar a los bebés.
«Los padres de bebés pequeños pueden identificar el llanto de dolor de un bebé aunque nunca lo hayan oído antes, mientras que las personas sin experiencia suelen ser incapaces de hacerlo».
Los resultados, de acuerdo con los autores, demuestran que la capacidad de los humanos para interpretar los llantos de los bebés no es innata, sino que se aprende con la experiencia: la exposición a través de los cuidados y/o la crianza de los hijos configura las capacidades auditivas y cognitivas que intervienen en la descodificación de la información transmitida por las señales de comunicación del bebé.
Para llegar a estas conclusiones, los científicos reclutaron a personas con diferentes grados de experiencia en el cuidado de bebés, desde gente sin experiencia alguna hasta padres de niños pequeños.
También incluyeron a personas con experiencia ocasional en el cuidado de bebés y a aquellas que no eran padres pero que tenían una experiencia profesional más amplia en el cuidado de los mismos.
A continuación sometieron a todos a una breve fase de entrenamiento que duró dos días, en la que escucharon ocho llantos cortos de malestar de un mismo bebé (cuatro cada jornada). Estudios previos han establecido que los adultos se familiarizan con los llantos de un mismo niño después de un pequeño número de secuencias cortas.
Unas horas después, a cada participante se le hizo una prueba en la que tenía que escuchar nuevas secuencias de llanto de un bebé desconocido (dos llantos de malestar y dos de dolor) y de uno conocido (el mismo número de llantos); luego se les invitó a clasificarlos.
Resultó que la experiencia lo era todo. Las personas con poca o ninguna experiencia no podían diferenciar los llantos mejor que por azar, aunque los que tenían poca experiencia obtuvieron resultados ligeramente mejores, detalla un comunicado del grupo Cell, editor de la revista Current Biology, en la que se publican los resultados.
Los padres y los profesionales lo hicieron mejor, pero los padres de niños más pequeños fueron los claros ganadores: fueron capaces de identificar los contextos de llanto de los bebés incluso cuando nunca los habían escuchado en ese pequeño.
Sin embargo, los padres de niños mayores y los que tenían experiencia profesional no lo hicieron bien con los llantos de críos desconocidos.
«Solo los padres de bebés más pequeños fueron capaces de identificar los contextos del llanto de un bebé desconocido que nunca habían oído antes», afirma Siloé Corvin, firmante también del artículo.
EFE