Limpiar las brochas de maquillaje es más que un simple hábito de higiene; es una práctica fundamental para mantener la salud de la piel. Con cada uso, estos utensilios acumulan no solo restos de productos, sino también bacterias, células muertas, aceites e impurezas del entorno. Esta mezcla crea un ambiente ideal para el desarrollo de problemas cutáneos.
El uso de brochas sucias puede desencadenar brotes de acné, puntos negros y poros obstruidos. Además, la suciedad acumulada puede provocar irritación y enrojecimiento, afectando especialmente a las pieles más sensibles. La limpieza regular previene estas imperfecciones y contribuye a que el rostro se mantenga fresco y radiante.
Otro beneficio significativo de mantener las herramientas limpias es que asegura una mejor aplicación del maquillaje. Cuando los pinceles están libres de residuos, el producto se distribuye de manera más uniforme, logrando un acabado más natural y profesional.
Para cuidar la piel y optimizar los resultados del maquillaje, se aconseja limpiar las brochas al menos una vez por semana. Para ello, se puede utilizar un jabón suave, champú de bebé o un limpiador específico. Basta con humedecer las cerdas, aplicar el limpiador, enjuagar con agua tibia y dejar que se sequen al aire libre sobre una superficie plana.
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