Tras el coronavirus el mundo ya no será como era, eso es algo en lo que coinciden todos los expertos, cuyos pronósticos sobre el futuro del planeta para la era “postCOVID-19” apuntan a un papel claramente determinante de China, mientras Estados Unidos genera más dudas por la manera en que está afrontado la crisis.
Mientras las debilidades del sistema sanitario estadounidense se hacen patentes con un aumento imparable de casos, China ha logrado dar la vuelta por completo a la percepción negativa que se tenía de este país cuando la pandemia comenzó a extenderse por su territorio.
No solo ha frenado el brote, lo que le permite exhibir imágenes de una incipiente vuelta a la normalidad, sino que ofrece ayuda técnica y material al resto del mundo para combatir con mayor eficacia la acelerada expansión de la enfermedad.
Entre tanto, Estados Unidos, la otra nación a la que por su gran peso económico y de influencia le correspondería en principio salir también reforzada de la convulsión global causada por el COVID-19, tiene el éxito muy sujeto a cómo su presidente, Donald Trump, vaya a resolver una situación que comenzó a gestionar sin acierto.
“China y Estados Unidos saldrán vencedores, pero Estados Unidos tiene más posibilidades de salir peor parado, dependiendo de la gestión que internamente se haga”, afirma Ernesto Pascual, profesor de Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que augura “problemas muy graves” a Trump si esta crisis “le estalla fuerte”.
Algo muy factible, en opinión de José María Peredo, catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea de Madrid, quien recuerda a EFE las críticas que recibió el presidente al despreciar el impacto del brote, dando una “imagen de debilidad” desconocida hasta entonces en este mandatario.
EFE