Apenas Netflix subió la primera temporada de Emily en París, un grupo de fans de la moda hicieron de ese producto liviano un éxito, gracias a sus recomendaciones y menciones en redes sociales. Efecto contagio: miles de espectadores destacaron las bondades de Francia y el excelente guardarropa de sus protagonistas… Pero el boom vino acompañado de polémicas.
Emily en París apunta al público Millenial: Lily Collins –hija de Phil- es la protagonista de esta historia, y Darren Star, productor de la exitosa Sex and the City, el creador.
La cámara sigue a una joven ambiciosa que vive en Chicago y decide mudarse a la capital francesa para aceptar una sorpresiva oferta de trabajo que consiste en manejar las redes de una empresa. Su nuevo hogar introduce a diversas situaciones que mezclan el humor con los escenarios parisinos.
Durante los 10 capítulos –es probable que se venga una segunda temporada- la actriz pasa por numerosos choques culturales, nuevas relaciones de amistad y romance, un gran cambio profesional y conoce una nueva clase social. Tendrá que hacer malabares para lograr que todo encaje.
Algunos llamaron a este proyecto el nuevo Sex and the City y hay varios puntos de contacto entre estas historias. Las dos protagonistas tienen una gran pasión por la moda. Las ciudades donde se sitúan los personajes son emblemas del diseño. A eso se le suma que Patricia Field, la vestuarista de la ficción que protagonizó Sarah Jessica Parker, y El diablo viste a la moda, también es parte del proyecto.
La polémica llega de parte los franceses. Las críticas desde ese país no son favorables. “La serie podría haber sido genial de no haber sido por la caricatura de los franceses. (…) son descriptos como arrogantes, sucios, vagos, desagradables, amargados… pero afortunadamente esta joven americana llega para explicarnos cómo funciona la vida”, afirman, por ejemplo, en el medio AlloCiné. “Es simplemente deplorable, me pregunto por qué actores franceses aceptaron participar en la serie”.
Por su parte, The Hollywood Reporter se encargó de recopilar otros enojos de los medios franceses: “Pocas veces hemos visto tantos clichés de la capital francesa desde los episodios parisinos de Gossip Girl o el final de El diablo viste a la moda”, citan de RTL.
Desde el grupo mediático Premiere opinan que “Emily en París retrata a todos los franceses como malos y que son unos holgazanes y nunca llegan a la oficina hasta al final de la mañana”.
Lucas Bravo, el galán de la serie, francés, explicó ese enojo popular al diario español La Vanguardia: “Nos gusta odiarlo todo. Nuestra ciudad está hecha a base de clichés. Y seguro que nos encantará odiar la serie u odiaremos que nos encante”.
Mientras, Emily en París sigue como tendencia en Netflix y Lily Collins es descubierta por muchos en el mundo, a pesar de su gran currículum.
La muchacha del momento en el streaming tiene 31 años. Nacida en Guildford el 18 de marzo de 1989, también modelo, Lily debutó en el cine hace 11 años, en la película The Blind Side. Tiene en su currículum una nominación a los premios Globo de oro por su interpretación en Rules Don’t Apply.
Comunicadora, especializada en periodismo televisivo en la Universidad del Sur de California, es hija única del segundo matrimonio de Phil Collins con Jill Tavelman (él tiene otros cuatro hijos). Sus padres se divorciaron cuando ella tenía cinco años. En 2017 ella se animó a escribir Sin filtros, sin vergüenza, Sin arrepentimiento. Solo yo, libro en el que habló de los trastornos alimentarios que sufrió cuando era una adolescente y de la conflictiva relación con su padre.