El Festival de Cine Fantástico de Cataluña creó su propio refugio ante la pandemia. Durante 11 días, del 8 al 18 de octubre, la localidad de Sitges se resguardó de una amenaza más inquietante que zombis, fantasmas o alienígenas: el Covid-19. Mascarillas, gel, distancia de seguridad y un sistema de ventilación que señalaba en directo la pureza del aire en las salas se hicieron obligatorios en un certamen que reconoció a Possesor uncut, del canadiense Brandon Cronenberg, con los premios a la Mejor Película y Mejor Dirección.
La edición 53 del evento estuvo marcada por el virus. Su programa –con 254 obras, entre largos y cortometrajes– se cumplió de manera presencial y online. No hubo marcha zombi ni espacio de realidad virtual y, ante los rebrotes y las nuevas restricciones impuestas por la Generalidad de Cataluña, el pasado viernes se suspendieron las proyecciones posteriores a las 11:00 de la noche y las actividades paralelas (el mercadillo, que esta vez se dispuso frente a la Ermita de San Jorge, se retiró tres días antes del fin del festival).
“Sitges es el mejor antídoto contra la realidad”, había dicho el cineasta Paco Cabezas durante la gala inaugural, en la que se proyectó la comedia zombi Malnazidos, de los españoles Javier Ruiz Caldera y Alonso de Toro. La sección oficial tuvo otras películas destacadas: La vampira de Barcelona, de Lluís Danés, un policial que reconstruye el mítico caso de una asesina de niños en la Cataluña de principios del siglo XX; o Sea fever, ópera prima de la irlandesa Neasa Hardiman, una historia de intriga en altamar sobre una criatura marina que infecta mortalmente a los tripulantes de una pequeña embarcación pesquera.
El contexto actual se trasmutó en algunos filmes: en Last words, del estadounidense Jonathan Nossiter, un hombre trata de rodar la última película de la Tierra tras un apocalipsis que acabó con casi toda la población; en She dies tomorrow, de Amy Seimetz, la idea de que no habrá mañana se propaga como un virus en la mente de sus protagonistas. Otra de las sorpresas del festival fue la holandesa Bumperkleef, de Lodewijk Crijns, un thriller sobre un psicópata que se dedica a matar a los infractores de la ley en las carreteras.
Moscas gigantes –Mandíbulas, de Quentin Dupiex–, maldiciones indonesias –Impetigore, de Joko Anwar– y villanos animados hechos de leche –The old man: the movie, de Oskar Lehemaa y Mikk Mägi–, entre otras extrañas criaturas, también estuvieron presentes en el certamen, que clausuró este domingo con El hombre elefante, de David Lynch, remasterizada en 4k. Su exhibición marcó el final de un evento que sirvió como escapatoria a una realidad que bien pudo ser extraída de alguna de las películas proyectadas.