Remdesivir, dexametosana, hidroxicloriquina o lopinavir son algunos medicamentos de los que nos hemos acostumbrado a oír hablar durante estos ocho meses de pandemia, vinculados al tratamiento de la COVID-19, pero con resultados dispares.
De momento, no hay ningún fármaco que sea eficaz, aunque se han identificado algunos que pueden ayudar en el tratamiento y otros que “no atacan al virus, pero ayudan a mejorar la situación clínica” del enfermo, dice Adrián Velázquez-Campoy, investigador de la española Fundación Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (Araid).
Pero en estos meses muchas cosas han cambiado en el tratamiento, ahora se conoce mejor la enfermedad y su comportamiento clínico, lo que, señala Miguel Górgolas, del Instituto de Investigación Sanitaria-Fundación Jiménez Díaz (Madrid), les permite adelantarse “a eventuales complicaciones”.
En todo caso, es fundamental encontrar un tratamiento eficaz, ya sea a través del reposicionamiento de medicamentos que se usan para otras dolencias y que se demuestre que tienen efectos ante la covid-19 o con la investigación de fármacos específicos.
Una guerra en dos frentes
La enfermedad se combate desde dos frentes, explica Velázquez-Campoy: atacar al virus cuando invade el organismo y evitar que nuestro sistema inmunológico se desborde, generando una tormenta de citoquinas, causada por una reacción excesiva del sistema inmunitario, que acaba atacando al organismo.
En la actualidad, se han dejado de usar fármacos como los antirretrovirales, la cloroquina y otros, que -señala Górgolas- “han demostrado ser inútiles”. “Y me atrevería a decir -añade-, han provocado más perjuicio que beneficio”; además, los protocolos se han simplificado incluyendo solo los medicamentos que han demostrado eficacia.
Entre ellos, el antiviral remdesivir, que acorta la hospitalización de los pacientes graves, o los corticosteroides, como la dexametasona, que actúan sobre la inflamación de los tejidos y disminuye la mortalidad en enfermos graves y muy graves, aunque, en ambos casos, “la eficacia es limitada”.
El doctor no cree que “en breve” se disponga de una medicación que reduzca “de forma significativa la mortalidad”. Actualmente hay centenares de ensayos con diferentes moléculas, anticuerpos monoclonales, inmunomoduladores y, es “muy probable”, que varios de ellos demuestren eficacia frente al placebo, pero duda de que “esta eficacia aparezca en una gran mayoría de casos”.
En este sentido, señala que hay factores de riesgo y posiblemente otros genéticos que “influyen significativamente en la evolución de la enfermedad y esto, no se va a poder solucionar con un fármaco ‘milagroso’, no ha sido así en ninguna infección viral similar” a ésta.
Reposicionar fármacos
El método más rápido de encontrar un fármaco es intentar reposicionar los que ya se emplean para otras patologías, en ello trabaja la química Nuria Campillo, del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CIB-CSIC), usando el diseño computacional.
“Para no emplear más tiempo del necesario usamos el ordenador y programas específicos” para enfrentar diferentes proteínas del virus o de la célula humana a una quimioteca de medicamentos, así se ve qué fármacos son capaces de unirse a dichas proteínas de forma virtual.
Después se evalúan frente al SARS-CoV-2 con el fin de comprobar que esos fármacos identificados con técnicas computacionales presentan actividad antiviral.
Hasta ahora, “hay algunos bastante interesantes” y se está pensando en pasar a ensayos clínicos, indica Campillo, que se muestra confiada en que, a través del reposicionamiento, se pueda hallar un fármaco eficaz.
Esta búsqueda de medicinas que ya existen funciona desde múltiples frentes, desde evitar que el virus entre en la célula, a impedir su replicación, controlar la inflamación o minimizar el daño pulmonar.
También en el CIB-CSIC, el equipo de Eduardo Rial analiza medicamentos contra el cáncer que frenen la replicación del SARS-CoV-2 en las células.
El enfoque no es casual -explica-, pues las células tumorales reprograman el metabolismo de la célula para crecer y el virus hace lo mismo, pero para que se produzcan más virus.
La investigación está aún en líneas celulares de bronquios y pulmones, explica Rial, quien tiene “una gran esperanza en que alguno de estos antitumorales funcione”, aunque advierte de que estos procesos llevan tiempo.
Formulación desde cero
La otra vía para encontrar medicamentos es la formulación específica desde cero, un proceso que puede llevar más de una década.
El equipo de Velázquez-Campoy ha identificado la quercetina, un falvonoide que hay en alimentos como la uva, la manzana, el hinojo o las alcaparras, en un proyecto que, por ahora, -destaca- está siendo financiado íntegramente por fundación NHA.
Aunque los trabajos están en fase incipiente, han descubierto que “in vitro” la quercitina tiene un efecto inhibidor sobre dos proteínas del virus, 3CLPRO y PLPRO, que “son esenciales para su replicación”.
A este compuesto llegaron a través de un proyecto de cribado de cientos de moléculas, pero Velázquez-Campoy advierte de que tomar los alimentos donde se encuentra de forma natural o con suplementos dietéticos no sirve frente a la enfermedad.
En esta búsqueda de medicamentos la comunidad científica mundial se ha movilizado de forma “impresionante, cada uno desde su enfoque particular”, destaca Rial, quien considera: “Si muchos buscamos alguno dará con el bueno”.