Asteroides y cometas se desplazan en órbitas en el universo y podrían cruzarse con la de nuestro planeta. Algunos de estos trayectos galácticos son conocidos por los científicos, pero otros permanecen entre las sombras o escondidos por el deslumbrante brillo del Sol. Debido a esto, la NASA prepara una transformación en materia de defensa planetaria con el lanzamiento de NEO Surveyor.
Se trata de un telescopio espacial concebido para buscar cuerpos celestes que podrían impactar en la Tierra. Esta misión, planificada para iniciar operaciones en septiembre de 2027, se enfocará en la identificación de objetos que permanecieron invisibles para los observatorios tradicionales y que podrían significar un gran peligro.
El despliegue de NEO Surveyor responde tanto a un mandato legal como a la urgencia científica de prevenir escenarios como el de Cheliábinsk en 2013, donde un bólido de 20 metros de diámetro explotó en la atmósfera y liberó una onda expansiva que destruyó miles de edificios. A través de tecnología infrarroja, la agencia espacial busca mejorar de manera notable la detección de riesgos ocultos, cubrir vacíos en el catálogo de cuerpos próximos al planeta y proporcionar a la comunidad global las herramientas necesarias para anticipar y neutralizar amenazas astronómicas.
NEO Surveyor, desarrollado por NASA, representa un salto cualitativo respecto a proyectos previos. Como detalla la agencia, este telescopio es “el primero construido específicamente para buscar grandes cantidades de asteroides y cometas que puedan suponer riesgos para la Tierra”. Su objetivo principal es identificar cuerpos de al menos 140 metros, conocidos como “asesinos de ciudades” por su potencial destructivo. Una colisión de este tipo de objetos podría liberar la energía equivalente a 300 millones de toneladas de TNT.
La innovación cuenta con detectores infrarrojos capaces de identificar objetos que, por su tonalidad oscura, no reflejan luz visible, pero sí irradian calor tras ser expuestos al Sol. Esta ventaja permite rastrear tanto los cuerpos que se ocultan en la dirección del astro como aquellos que siguen la órbita de la Tierra y quedan fuera del alcance de los observatorios terrestres tradicionales.
Para garantizar el frío extremo que requieren sus instrumentos, el telescopio se conecta a la nave mediante un sistema de soportes aislantes que bloquean el paso del calor. Esta estabilidad térmica es crucial para su apertura de 50 centímetros y sus sensores, diseñados para captar las señales infrarrojas que los asteroides y cometas re-emiten en forma de calor tras absorber la energía del Sol.
Amy Mainzer, investigadora principal de la misión y astrónoma en la Universidad de California, Los Ángeles, explicó en una entrevista para la revista Science: “Es realmente asombroso ver cómo algo que durante años vimos en diapositivas y servilletas de cóctel ahora son piezas reales de hardware”.
Por otro lado, Ed Swenka, director del sistema de vuelo del NEO Surveyor en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL), enfatizó la prioridad del proyecto: “Estamos tratando de encontrar asteroides asesinos y proteger el planeta”.
Según las predicciones, existirían alrededor de 25.000 de estos peligrosos objetos. Sin embargo, de acuerdo con un análisis de la NASA que se actualiza de manera mensual, menos de la mitad fueron identificados (11.493).
El balance también indica que, hasta el 1 de diciembre de 2025, la humanidad logró identificar 40.155 asteroides cercanos a la Tierra de todos los tamaños. Si bien el catálogo de los “gigantes”, que son aquellos mayores a un kilómetro capaces de eventos de extinción, está casi completo con 876 descubiertos y apenas unos 50 restantes por hallar, el verdadero desafío reside en los objetos medianos de más de 140 metros.
De esta categoría, capaz de devastar regiones enteras, se han detectado 11.493, pero se estima que otros 14.000 permanecen sin descubrir, lo que subraya la urgencia de poner en funcionamiento instrumentos como el NEO Surveyor. Esta realidad es dinámica: tan solo en los últimos 365 días, 191 asteroides conocidos pasaron a una distancia menor a la que nos separa de la Luna.
La agencia espacial estadounidense reconoce que “la detección de objetos cercanos a la Tierra es un mandato legal”. Desde 1998, el Congreso de Estados Unidos fijó como meta descubrir al menos el 90% de los asteroides de un kilómetro de diámetro, conocidos por su capacidad para generar consecuencias globales, y en 2005 amplió el objetivo hacia los de 140 metros.
Uno de los retos clave radica en la dificultad de descubrir aquellos asteroides que avanzan desde la dirección del Sol. Ejemplos como el evento de Cheliábinsk subrayan la importancia de la vigilancia temprana. La mayoría de este meteorito se vaporizó en la atmósfera, pero la onda expansiva causó lesiones a 1.500 personas y daños generalizados.
Richard Binzel, experto del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), subrayó en declaraciones a Science: “Estamos al borde de saber realmente si existe un asteroide con nuestro nombre”.
Para maximizar su eficacia, el NEO Surveyor se ubicará en un punto llamado L1, situado a 1,5 millones de kilómetros justo entre la Tierra y el Sol. Funciona como un “mirador” espacial estable desde donde el telescopio podrá vigilar zonas que, debido al intenso brillo solar, suelen quedar ciegas para los observatorios que tenemos en la superficie.
Como complemento a la vigilancia, la NASA ya validó su capacidad de reacción con la histórica misión DART, que alcanzó su objetivo el 26 de septiembre de 2022. En esta prueba, una nave impactó intencionalmente contra Dimorphos, un asteroide de 160 metros, similar en tamaño a las amenazas que buscará el NEO Surveyor. Guiada por un sistema de navegación autónoma en sus momentos finales, la sonda logró una colisión directa a más de 22.000 km/h que redujo la órbita del cuerpo celeste en 32 minutos. Este éxito, confirmado posteriormente por observatorios de todo el mundo, demostró que la tecnología de “impacto cinético” es viable para desviar la trayectoria de una amenaza planetaria.
Más allá de la defensa, NEO Surveyor proporcionará a los científicos información sobre la composición y la evolución de los cuerpos cercanos a la Tierra. Según revela NASA, los datos servirán para analizar la diversidad de materiales primordiales que dieron origen al sistema solar y podrán arrojar luz sobre el posible origen del agua en la Tierra.
Aunque durante mucho tiempo se creyó que los cometas, ricos en hielo, trajeron el agua al planeta, la evidencia química apunta a los asteroides. Estos cuerpos rocosos contienen agua con una composición química casi idéntica a la de nuestros océanos, lo que sugiere que fueron ellos los verdaderos arquitectos de los mares terrestres.
Otros observatorios como el Vera C. Rubin Observatory, en Chile, y la misión NEOMIR de la Agencia Espacial Europea (ESA), en fase de planificación, complementarán este esfuerzo con sistemas ópticos y radares infrarrojos.
El estudio detallado de los asteroides descubiertos requerirá la colaboración de otros telescopios como el James Webb Space Telescope (JWST), dedicado a investigar las características físicas de estos cuerpos tras su localización inicial.
El lanzamiento del NEO Surveyor, sumado a la integración de nuevos sistemas de alerta y la cooperación internacional, amplía de forma significativa el horizonte de la defensa planetaria y de la investigación sobre los orígenes del sistema solar.
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