Los investigadores del Instituto de Investigación Infantil Murdoch (MCRI), en Australia, han advertido de que los impactos negativos indirectos de la pandemia afectan especialmente a niños y adolescentes, sobre todo a su bienestar mental, a los resultados académicos y a la salud física.
El estudio, dirigido por el Centro de Salud Infantil Comunitaria del MCRI y publicada en el ‘Medical Journal of Australia’, también exploró los resultados de pandemias, epidemias y desastres naturales anteriores.
La revisión descubrió que los efectos adversos de la pandemia de Covid-19 en los niños se repetían o ampliaban los de anteriores brotes de enfermedades infecciosas a gran escala y se veían exacerbados por la falta de servicios sanitarios para satisfacer la demanda y las presiones familiares.
La profesora de Murdoch Children, Sharon Goldfeld, afirma que los niños se enfrentan a una «perturbación que define a una generación», ya que las restricciones de salud pública para mitigar la infección por Covid-19, como el aprendizaje virtual, el distanciamiento social, el aumento del tiempo frente a la pantalla, la reducción del acceso a la atención sanitaria, la ausencia de deportes estructurados y la disminución de los juegos al aire libre van a tener repercusiones tanto inmediatas como a largo plazo.
«Las medidas de salud pública han dado lugar a beneficios positivos para algunos, mientras que otros se han visto afectados de manera adversa e inequitativa», ha apuntado.
«Los niños y adolescentes que sufrían adversidades antes de la pandemia se han visto afectados de forma desproporcionada, lo que puede dar lugar a un aumento de las disparidades en la salud, el bienestar y el desarrollo de los niños. Pero, al igual que en anteriores crisis mundiales y pandemias, este puede ser un momento oportuno para un cambio creativo que reduzca las desventajas sociales», añade la profesora
INTERVENCIONES DESTINADAS A MEJORAR LA SALUD MENTAL
Según Goldfeld, las intervenciones destinadas a mejorar la salud mental y la resiliencia de los padres probablemente mejoren la capacidad de los niños para hacer frente a la situación, ya que ambas están interrelacionadas.
Así, ha añadido que las restricciones han puesto de relieve la importancia de las escuelas más allá del aprendizaje, al fomentar el desarrollo social y emocional y proporcionar un lugar de seguridad. Con todo, algunas familias carecen de los recursos y el tiempo necesarios para apoyar el aprendizaje de sus hijos, en particular los padres con niveles de educación más bajos.
«Se ha calculado que la diferencia de rendimiento entre los alumnos aventajados y los desfavorecidos crece al triple de velocidad durante el aprendizaje a distancia», ha detallado. Los niños con discapacidades existentes también manifiestan tener más problemas con el aprendizaje virtual.
«Será difícil predecir cuánto tiempo tardarán los que han perdido el aprendizaje en ponerse al día, pero serán fundamentales las estrategias para identificar a los que se han quedado atrás y las intervenciones específicas a largo plazo para los que se encuentran especialmente en entornos escolares de bajo nivel socioeconómico».
DIETA DEFICIENTE
Asimismo, una encuesta realizada a 948 padres de 14 países informó de que sus hijos, con edades comprendidas entre los 2 y los 5 años, pasaban más tiempo frente a una pantalla y menos al aire libre. Los datos de la encuesta australiana replicaron esta situación y descubrieron que los niños tenían una ingesta dietética deficiente.
Goldfeld apunta que la reducción de los ingresos familiares o la pérdida de empleo, la salud mental de los padres y el estrés también han afectado a la nutrición, la seguridad y el cuidado de los niños.
Además, alerta de que el acceso a los servicios de protección de la infancia se ha reducido o se ha trasladado a los servicios de telesalud, lo que puede agravar los problemas físicos y emocionales existentes.
Por ello, por su parte, la profesora de Murdoch Children, Vicki Anderson, ha señalado la necesidad de contar con datos de seguimiento longitudinal para identificar a los niños que requieren intervención y atención continua, datos sobre la salud mental de los niños para alinear los esfuerzos políticos en esta área con las necesidades clínicas.
Tal y como ha recordado Anderson, «con las enormes listas de espera para recibir apoyo en materia de salud mental, tanto públicas como privadas, los recursos en línea son esenciales, así como los programas proactivos en las escuelas, como tener un coordinador de salud mental y bienestar infantil en el lugar».
Así las cosas, el estudio aboga por un «enfoque comunitario de la salud infantil», con una mayor inversión en la salud y el bienestar de los niños en la escuela, la atención a la prevención y la intervención temprana en materia de salud mental y el uso de soluciones digitales para mejorar el acceso a los servicios.
Agencias