El acto litúrgico fue presidido por Monseñor Helizandro Terán, arzobispo metropolitano de Mérida, en calidad de consagrante principal, acompañado por Monseñor Alberto Ortega Martín, Nuncio Apostólico en Venezuela, y Monseñor Jesús González de Zárate, arzobispo de Valencia y presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana.
Al inicio de la ceremonia, Monseñor Alberto Ortega Martín transmitió el saludo y la cercanía del Papa León XIV al pueblo venezolano, expresando su agradecimiento al Santo Padre por el nombramiento de Monseñor Rivera y extendiendo un fraternal saludo a Monseñor Terán y a toda la delegación merideña presente, quienes con gozo contemplan cómo un hijo de su tierra es consagrado obispo.
“Apacentar el rebaño es un compromiso de amor”
Durante la homilía, Monseñor Helizandro Terán recordó al nuevo obispo que el episcopado es un servicio exigente, inspirado en Cristo, Buen Pastor. Subrayó la responsabilidad de guiar al pueblo de Dios citando a San Agustín: “Ser obispo, apreciado Alexander, es una carga pesada… ¿Y qué es esta carga sino ustedes mismos?”.
Enfatizó que la primera misión de un obispo es anunciar la Palabra con fidelidad y transparencia, señalando que “el agua de nuestra enseñanza ha de ser cristalina, sin contaminarse de ideologías ni acomodos. No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor”, resaltó.
Asimismo, exhortó a Monseñor Rivera a ser un pastor cercano a los pobres y necesitados: “Ama, de manera muy particular, a los más pobres, a los indefensos, a los que nada tienen; recuerda que los pobres son sacramento vivo de Cristo Jesús”, acotó.
En un emotivo pasaje, hizo referencia a la vida de Rivera Vielma en Mérida y al nuevo horizonte que abre su ministerio en Cojedes, recordándole que deja atrás “las nevadas montañas merideñas para sembrarte en la inmensidad de la llanura cojedeña… espero que no nos olvides y que lleves siempre en tu corazón a tu pueblo de La Azulita”, señaló.
Finalmente, lo invitó a vivir con humildad, santidad y espíritu de comunión, destacando “que te distinga como obispo no la autoridad ni el prestigio, sino la búsqueda apasionada de la verdad, la humildad más profunda y el fervor de la oración”.
Una nueva etapa, ahora como obispo
Tras la homilía, se realizó el rito de consagración episcopal, en el que Monseñor Rivera fue ungido con el santo crisma en la cabeza, signo de la plenitud del sacerdocio. Acto seguido, recibió los signos propios del ministerio episcopal: los evangelios, que debe proclamar con fidelidad; el anillo, signo de su unión esponsal con la Iglesia; la mitra, símbolo de la santidad a la que está llamado; y el báculo pastoral, signo del servicio de guiar y cuidar al Pueblo de Dios en la Diócesis de San Carlos.
Con información de: Arqui Merida Comunicaciones