Posibles sucesores tras la muerte del papa Francisco

Tras la partida del papa Francisco, varios nombres surgen como posibles sucesores para representar el Vaticano.

Uno de los más destacados es Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano. A sus 69 años, este diplomático italiano ha jugado un papel clave en la Santa Sede, con experiencia como nuncio en Venezuela entre 2009 y 2013, antes de su nombramiento en Roma.

Desde Filipinas, Luis Antonio Tagle, arzobispo emérito de Manila de 67 años, se distingue por su cercanía con los sectores más vulnerables y su estilo pastoral.

Por otro lado, en el sector más tradicional, Marc Ouellet, de 80 años y originario de Canadá, es reconocido por su visión conservadora y amplia trayectoria dentro de la Iglesia. En la misma línea, Robert Sarah, de Guinea, con 79 años, ha sido un firme defensor de la liturgia tradicional y de posturas doctrinales conservadoras.

También figura Wim Eijk, arzobispo de Utrecht, en los Países Bajos. Con 71 años, cuenta con una sólida formación en medicina y un perfil intelectual que lo ha llevado a participar en discusiones sobre doctrina y liturgia. Desde Budapest, Péter Erdő, de la misma edad, destaca por su trabajo en el diálogo ecuménico y la defensa de la unidad eclesial.

En el ámbito de la sinodalidad, Mario Grech, secretario general del Sínodo de los Obispos, ha ganado visibilidad por su impulso a este proceso dentro de la Iglesia. A su vez, Matteo Maria Zuppi, italiano de 69 años, ha estado involucrado en labores de paz y reconciliación, especialmente en países como Sudán del Sur.

Desde Estados Unidos, Raymond Burke, de 76 años, es conocido por sus posturas firmes en defensa de la moral tradicional y su crítica a algunas reformas del papa Francisco, en especial las relacionadas con la familia y la moralidad sexual.

Finalmente, con 65 años, Fridolin Ambongo, de la República Democrática del Congo, se ha destacado por su lucha por los derechos humanos y su preocupación por la justicia social, representando una posible alternativa que marcaría un cambio significativo en la dirección de la Iglesia.