En estos tiempos revueltos, la enviada especial del secretario general de la ONU para la cumbre de 2021 sobre sistemas alimentarios, Agnes Kalibata, llama a no olvidar el problema del hambre en el mundo y urge a ayudar a los agricultores más pobres.
En conversación telefónica con Efe desde Kenia, Kalibata reconoce que los preparativos de la cumbre se están viendo alterados como consecuencia de la pandemia del coronavirus, pero confía en que, pasados unos meses, la situación mejore y «la gente vuelva a la normalidad».
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ya habló esta semana de la necesidad de que la lucha contra el virus no distraiga la atención sobre otras cuestiones trascendentales como el cambio climático, cuyos efectos siguen y seguirán impactando en tantas personas.
Su nueva enviada especial coincide en que, al margen de la emergencia sanitaria, hace falta seguir apoyando a los más afectados, no solo por el clima, sino también por la pobreza y el hambre.
Para la erradicación del hambre, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, habrá que reducir el número de hambrientos en al menos cien millones de personas cada año durante la próxima década, subraya Kalibata.
Esta exministra ruandesa de Agricultura y actual presidenta de la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA, por sus siglas en inglés) está intentando movilizar recursos para la cumbre, mientras se constituye el comité encargado de recopilar las evidencias científicas que servirán de base para las conversaciones.
UNA DESIGNACIÓN ENVUELTA EN POLÉMICA
Sin embargo, el nombramiento de Kalibata en diciembre pasado no ha gustado a todos, en concreto a las 176 organizaciones sociales de 83 países que a mediados de febrero firmaron un manifiesto exigiendo su sustitución.
Como presidenta de AGRA, financiada por las fundaciones Gates y Rockefeller, la acusan de favorecer los intereses de las grandes corporaciones a costa de los agricultores y el medioambiente, mediante la introducción en África de cultivos transgénicos, pesticidas y semillas controlados por unas pocas multinacionales.
«Creo que hubo un malentendido sobre la institución para la que trabajo», arguye Kalibata, que defiende que «se centran en los pequeños agricultores y cómo pueden mejorar sus medios de vida» de distintas maneras cuando lo único que poseen es tierra y mano de obra.
A su juicio, hay que «entender el papel de las empresas en la agricultura». «Nosotros trabajamos con el sector privado local, con pequeñas y medianas empresas, que son nuestros mayores clientes a la hora de acceder a los agricultores», declara.
«No promovemos los intereses corporativos, sino la forma de crear un ecosistema para que los pequeños agricultores puedan crear un negocio», insiste la enviada ruandesa, que se muestra a favor de ayudarles para que logren mejores rendimientos y acceso a mercados donde poder vender sus productos.
Kalibata cree que, cuando se trata de capacitar a esos productores, «los gobiernos no necesariamente son los mejores en darles lo que necesitan y el sector privado también puede hacerlo».
CAMBIAR LO QUE NO FUNCIONA
La enviada especial de la ONU está dispuesta a conversar con las organizaciones de la sociedad civil y los demás actores sobre aquellos aspectos que no les gustan o creen que se pueden cambiar.
En su opinión, «la cumbre dará una oportunidad a todos de sentarse y discutir lo que funciona o no» en la lucha contra el hambre a nivel global y, especialmente, entre los agricultores africanos.
Además de la desnutrición, se abordarán otros problemas como el sobrepeso y la obesidad, que sufren unos 2.000 millones de personas en el mundo, la producción insostenible de alimentos o la pérdida de biodiversidad.
La alimentación causa un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero y cada año un tercio de los alimentos se pierden o desperdician, motivos de peso, según Kalibata, para tomar medidas que reduzcan la huella en el ambiente y aseguren un «equilibrio correcto» de los sistemas alimentarios para 2030.
EFE