En una extraña ceremonia de apertura de la 79ª edición del Festival de Venecia, el protagonismo se repartió a partes iguales entre Catherine Deneuve, que recibió el León de Oro a la carrera, y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, que pidió que el mundo del cine no permita que se olvide a su país.
Si en la alfombra roja toda la atención recayó en Hillary Clinton, la gala de inauguración de la Mostra debía servir para rendir homenaje a una de las grandes divas del cine, pero la intervención por vídeo de Zelenski se hizo con mucha de la atención de la sala.
La gala empezó como se esperaba, con un recuerdo a la historia de un festival que cumple 90 años y con la entrega del León de Oro a una emocionada Deneuve.
Vestida de rojo, la actriz se mostró feliz y aseguró sentirse muy orgullosa por un premio que le da un festival con el que ha tenido una larga relación desde que presentó "Belle de Jour", de Luis Buñuel.
Desde entonces regresó en muchas ocasiones. Entre ellas recordó con mucho cariño la edición de 1998, en la que se hizo con la Copa Volpi a la mejor actriz por "Place Vendome".
Su carrera ha estado llena de logros, pero como resumió en su breve intervención: "Es un éxito estar aún aquí".
Un León de Oro que le entregó el presidente de la Bienal de Venecia, Roberto Cicutto, y que había sido presentado por el realizador Arnaud Desplechin, que dirigió a Deneuve en "Un cuento de Navidad" (2008).
"No conozco a otra mujer que ame tanto el cine como ella", dijo Desplechin, que loó la carrera y los logros de la actriz, a la que calificó de orgullosa y libre, al nivel de Bob Dylan.
Duró poco la entrega del León de Oro y cuando ya parecía que se iba a proyectar la película de apertura, "White Noise", apareció en la pantalla del Palazzo del Cinema el presidente de Ucrania.
Zelenski recordó que su país lleva 189 días de guerra, una historia que está fuera de concurso, en el límite de la humanidad y del sentido común, que "es un drama basado en los eventos de la vida real, interpretado en la vida real".
"Una tragedia sin la música genial de Morricone", pero acompañada de los horribles sonidos de las explosiones y las alarmas.
Un drama, el de su pueblo, "que corre el riesgo de convertirse en algo habitual, que nos resignemos y nos olvidemos de él".
Por eso pidió a la comunidad del cine "que no se quede en silencio". Mientras para Rusia "el poder está en las armas", para Ucrania "está en la fillosofía, en la razón y en la palabra".
EFE