Este lunes, en un discreto hotel de propiedad militar en el noroeste de Pekín, 346 hombres y 30 mujeres comenzarán una reunión a puerta cerrada: el Quinto Pleno del Comité Central del Partido Comunista de China. Durante cuatro días, los 376 miembros -permanentes y sustitutos- de ese órgano pergeñarán la hoja de ruta de la economía china para el futuro, bajo la sombra de la pandemia de covid y las tensiones con Estados Unidos. De sus debates saldrán pistas sobre cómo la segunda potencia del mundo planea hacerse más autosuficiente, un objetivo que el presidente chino, Xi Jinping, ha ido adelantando durante los últimos meses.
Los líderes chinos han llegado a la conclusión de que el endurecimiento de la política de Estados Unidos hacia Pekín continuará gane quien gane las elecciones del 3 de noviembre. A eso se le suma la incertidumbre sobre el derrotero de la economía mundial que ha creado la covid-19. Su análisis: la tendencia a la desglobalización, que ya estaba en ciernes, va a acelerarse y es necesario proteger de ello a la economía nacional, la única con perspectivas de crecimiento a buen ritmo entre los países del G20.
Este será el gran objetivo de la reunión política más importante desde que China controlara la ola inicial de covid. Encabezados por el propio Xi, los miembros del Comité Central lo tendrán como prioridad al trazar las líneas maestras del 14 plan quinquenal: el marco para el desarrollo económico y social hasta 2025 que se presentará oficialmente en marzo del año que viene. También estudiarán los planes a más largo plazo, hasta 2035, el año para el que China quiere ser líder global tanto en poder económico como en influencia internacional. Para impermeabilizar su economía frente a las tensiones geopolíticas, y la previsible caída en las exportaciones, la respuesta china es la “circulación dual”.
Propuesta por primera vez por Xi en mayo, la estrategia es aún vaga. A falta de que el Comité Central perfile más detalles, en principio se trata de potenciar el mercado, las cadenas de suministro y la tecnología internos en lugar de apoyarse más en la “circulación internacional” (la demanda y la innovación externas), como venía ocurriendo desde los años ochenta.
En sí, la idea no es nueva. El Gobierno anterior del presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao ya había propuesto un cambio de modelo económico que dependiera menos de las exportaciones de bajo valor añadido, para escapar de la trampa de los ingresos medios. Pero esta vez, la necesidad estratégica añade más premura al plan.
“Cambiar a un desarrollo de doble circulación en la que el ciclo doméstico sea el principal motor es una medida para impedir riesgos estratégicos”, ha subrayado Liu Shangxi, decano del Instituto de Estudios Fiscales del Ministerio de Finanzas. “Son unas tareas importantes durante y después del 14 Plan Quinquenal”.
Este énfasis ha suscitado el temor a una China más autárquica en el futuro próximo, aunque Pekín insiste en que el desarrollo interno no supondrá un abandono de la “circulación externa”. En un discurso en Shenzhen a comienzos de este mes, Xi subrayaba que el país continuará el proceso de reformas iniciado por Deng Xiaoping y “la relación con la economía externa será también la clave para el futuro desarrollo”.
Pero en agosto, el mismo presidente chino subrayaba que “el mercado doméstico dominará el ciclo económico nacional y el potencial de crecimiento económico que es la demanda interna continuará liberándose. Debemos hacer la producción, distribución, circulación y consumo más dependiente del mercado interno, mejorar la adaptabilidad del sistema de suministro a la demanda interna”. Un mensaje que repetía este mes en la ciudad de Chazhou, en el sur del país: aunque las dos circulaciones deben aplicarse de modo simultáneo, la interna debe ser la “principal consideración”.
Desde hace ya tiempo, el comercio y las inversiones extranjeras son cada vez menos importantes para China. El porcentaje del comercio de bienes en el PIB ha caído de casi el 50% en 2008 a poco más del 30% actual. También ha expandido sus cadenas de suministro internas.
A la espera del comunicado que el Comité Central emita tras su reunión para conocer las primeras respuestas, no está claro tampoco cómo se plantean las autoridades chinas desarrollar este nuevo modelo. El consumo interno está aún muy por debajo del de otras economías acomodadas: un 38,8% del PIB, frente al 68% de Estados Unidos. Y aunque oficialmente espera cumplir para este año su objetivo de eliminar por completo la pobreza rural, la pandemia -como ha sucedido en otros países- ha agrandado la brecha entre ricos y pobres. Por otro lado, si aumentara el poder de consumo, vía salarios por ejemplo, se enfrentaría a un descenso en la competitividad de sus exportaciones en la “circulación internacional”.
“China debe resolver problemas de desarrollo insuficiente y desequilibrado. También hay diferencias estructurales complejas y problemas de desarrollo desequilibrado entre las zonas rurales y urbanas, regiones, departamentos e individuos que hace falta resolver”, escribe Fan Peng, del Instituto de Ciencias Políticas de la Academia China de Ciencias Sociales, en una tribuna en el periódico Global Times, propiedad del Diario del Pueblo.
Entre las herramientas que el Plan Quinquenal puede recoger para resolver esas disparidades y fomentar el consumo se encuentra una reforma fiscal que redistribuya la riqueza. Hasta ahora, el sistema chino ha puesto mayor énfasis en los impuestos indirectos -mayores generadores de ingresos- que sobre las rentas -más igualitarios-. También podría incluir reformas en los permisos internos de residencia (el sistema actual impide que el 45% de migrantes rurales que carecen de él puedan acceder a la totalidad de los servicios sociales urbanos), educación, sociedad y seguridad social.
“Esto alterará a las fuerzas conservadoras en la sociedad que no ven con buenos ojos unos cambios grandes. Pero hay que acometer estas reformas para mantener el sistema actual”, apuntaba Fan.