Los alimentos ultraprocesados constituyen la mayoría de las calorías que consume la gran parte de las personas. Son productos alimenticios que han sido sometidos a múltiples procesos industriales y contienen ingredientes añadidos como aditivos, conservantes, colorantes o saborizantes, entre otros.
Si bien es cierto que son convenientes y económicos, su consumo excesivo se ha asociado con una serie de problemas de salud y enfermedades que están acortando nuestra esperanza de vida, incluyendo obesidad, enfermedades cardíacas, diabetes tipo 2, presión arterial alta y cáncer. Por ello, se recomienda limitar la ingesta de alimentos ultraprocesados y optar por opciones más saludables y frescas, como frutas, verduras, granos enteros, proteínas magras y alimentos mínimamente procesados.
Para saber cuándo un alimento está ultraprocesado, un truco es mirar la lista de ingredientes. Este tipo de alimentos suele tener una lista de ingredientes larga y contienen aditivos, conservantes, colorantes y saborizantes artificiales.
Asimismo, si son ingredientes que no nos resultan familiares, es más probable que se trate de un alimento ultraprocesado. Normalmente, son ingredientes que terminan en «-osa», tales como sacarosa, maltosa, dextrosa, fructosa o glucosa, entre otros. También nombres como jarabe de maíz, azúcar de caña, jarabe de malta o melaza.
Por otro lado, suelen tener una forma y presentación uniforme y atractiva, diseñada para aumentar su atractivo visual y su durabilidad en el estante. Los alimentos que han sido sometidos a múltiples procesos industriales, como la extrusión, la hidrogenación, la liofilización o la deshidratación, son más propensos a ser ultraprocesados.
A menudo también se le añaden azúcares «falsos» o artificiales, llenos de emulsionantes, conservantes o edulcorantes. No solo son bajos en nutrientes esenciales como vitaminas, minerales o fibra, sino que además son altos en grasas saturadas, azúcares añadidos y sodio.
Con información de: La Razón