Esta es una de las conclusiones de los cuatro expertos que han participado este jueves en el foro virtual “Cultura de la alimentación en México: Retos y Oportunidades” organizado por la Agencia Efe.
La investigadora Liliana Martínez Lomelí señaló que si bien la población mexicana tiene una predisposición genética a la obesidad esto “no quiere decir que sea el destino” de una persona ser obeso.
Explicó que, si bien los genes predisponen a la obesidad, es el ambiente obesogénico y la alimentación lo que puede orillar a que una persona desarrolle esta enfermedad, por lo que es necesario enfocar las políticas públicas para mejorar este ambiente.
“Sabemos que la obesidad está distribuida en los niveles socioeconómicos. Hay un componente social que tenemos que atender que es la desigualdad, que esto acarrea otros temas de salud y sociales”, mencionó la también directora de la Fundación para la Alimentación y el Desarrollo.
Destacó que la obesidad es una condición multifactorial y es por ello que esta problemática se debe abordar desde distintos enfoques.
Al respecto, la doctora Susana Socolovsky, presidenta de la Asociación Argentina de Tecnólogos Alimentarios, recalcó que en la obesidad inciden no solo los hábitos alimenticios de las personas, sino también su ubicación en la pirámide socioeconómica.
“Hemos visto que los sectores más desfavorecidos son los más obesos”, afirmó y destacó que esto no tiene que ver con los productos ultraprocesados sino más bien con la manera en la que las personas se alimentan.
Raúl Bastarrachea, especialista en temas de obesidad e investigador del departamento de genética del Texas Biomedical Research Institute, aseveró que si bien la obesidad no se hereda, la alimentación sí puede predisponer al desarrollo de enfermedades como la hipertensión arterial, la diabetes, la enfermedad vascular y la ateroesclerosis.
ETIQUETADO, UNA HERRAMIENTA
Aunado a la predisposición genética que tiene la población para la obesidad, el sedentarismo es un comportamiento que se ha heredado a través de los siglos e influye en que se agudice esta problemática en el país.
Alejandro Malagón Barragán, presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Conservas Alimenticias (Canainca), indicó que uno de los problemas es que no se ha orientado a la población sobre qué hacer al respecto pues, además, la pandemia de la COVID-19 ha incidido en que la población deje de moverse.
“Al no haber orientación tenemos claro que los ingredientes que tenemos que cuidar son la sal, el azúcar, la grasa y el contenido calórico”, afirmó.
Los especialistas destacaron que el etiquetado de advertencia, que entró en vigor en México el pasado 1 de octubre, puede ser una herramienta útil para guiar a la población en este aspecto; sin embargo, señalaron, esto no va a acabar con la obesidad.
“La obesidad es multifactorial porque no solo concierne a las personas, sino también a instituciones y la industria”, consideró Martínez Lomelí.
Agregó que se debe realizar una política de alimentación la cual debe estar encaminada a mejorar las condiciones de vivienda y de trabajo, así como la educación.
En tanto, Malagón Barragán criticó que el nuevo etiquetado “solo advierte, pero no informa” por lo que instó a que se promueva una educación y que se agregue a este etiquetado información que ayude al consumidor a tomar decisiones sobre su compra.
DESESTIGMATIZAR A ALIMENTOS PROCESADOS
Pese a que muchas veces se suele culpar a los alimentos procesados del problema de la obesidad, la doctora Socolovsky, especialista en seguridad de los edulcorantes no calóricos, destacó que “no necesariamente lo que comemos de origen envasado es responsable de los niveles de obesidad”.
Señaló que en Latinoamérica los alimentos industrializados forman parte como máximo de entre el 30 y el 35 % de la dieta diaria de la población.
“El balance y la composición de la dieta tiene mucho más que ver con la obesidad que la composición de alimentos frescos caseros contra alimentos procesados”, afirmó.
Indicó que hay una percepción incorrecta de que el alimento que se prepara en el hogar es necesariamente sano y bueno. Sin embargo, si la composición nutricional “es idéntica a un alimento procesado, el impacto es el mismo”, destacó.
Afirmó que los científicos de alimentos están comprometidos para hacer alimentos saludables.
“Los alimentos frescos no alcanzan para alimentar a toda la población mundial. Es un compromiso de la ciencia de alimentos de hacerlo de forma sostenible”, puntualizó.