Los excesos de comida son un síntoma característico de algunos transtornos alimenticios, pero el estrés no es el desencadenante de ese consumo desmedido de alimentos, según un estudio que publica hoy Journal of Neuroscience.
Una de las principales teorías sobre los atracones es que son el resultado del estrés, que hace que los individuos tengan dificultades de autocontrol.
Sin embargo, una investigación encabezada por expertos de la Universidad de Cambridge concluye que, en contra de lo que se pensaba, las personas con trastornos alimentarios no pierden el autocontrol -lo que les lleva a comer compulsivamente- en respuesta al estrés.
La directora de la investigación Margaret Westwater señala que la idea era saber si el estrés afectaba a las regiones clave del cerebro que son importantes para el autocontrol y, a su vez, provoca un aumento de la ingesta de alimentos.
El estudio sugiere, según Paul Fletcher, otro de los autores, que la relación entre el estrés y los atracones «es muy complicada. Tiene que ver con el entorno que nos rodea, nuestro estado psicológico y la forma en que nuestro cuerpo nos indica que tenemos hambre o estamos llenos»
Los investigadores contaron con 22 mujeres con anorexia nerviosa, 33 con bulimia nerviosa y 30 que no sufrían estos trastornos alimenticios.
Durante varios días, las participantes tuvieron que realizar una tarea de control inhibitorio -la capacidad de detener lo que se va a hacer o se está haciendo- mientras estaban estresadas o relajadas y se medía su actividad cerebral.
La tarea consistía en pulsar un botón para detener una barra en movimiento cuando llegaba a un punto concreto de una pantalla, pero en algunos ensayos, la barra se detenía antes de tiempo y las participantes tenían que evitar pulsar el botón.
Una vez completada la tarea, pero cuando todavía se podía esperar que las voluntarias estuvieran en un estado de estrés elevado, se les ofreció un bufé en un salón relajante, donde se les dio la opción de comer tanto o tan poco como quisieran.
Aunque la teoría sugiere que las pacientes deberían haber comido más cuando estaban estresadas, «en realidad eso no es lo que encontramos. Está claro que cuando pensamos en la conducta alimentaria en estos trastornos, tenemos que adoptar un enfoque más matizado», agrega Westwater.
El estrés alteró la actividad cerebral asociada al control inhibitorio en los grupos con trastornos alimentarios, pero no tuvo ningún efecto sobre el rendimiento en la tarea, lo que significa que seguían teniendo la capacidad de detener sus acciones.
Estos resultados indican que la autoinhibición se mantiene ante el estrés, por lo que el mecanismo real de los atracones es más complejo de lo que se pensaba.
Los investigadores observaron que las mujeres con transtornos alimentarios, en general, comían menos en el bufé, pero la cantidad de comida no difería entre los días que realizaban esa tarea con estrés o sin él.
Los grupos de pacientes mostraron algunas diferencias en la actividad cerebral cuando estaban estresadas y esa actividad difería entre las mujeres con anorexia y las que tenían bulimia.
EFE