La llegada de un oso polar a las costas de Islandia el pasado 19 de septiembre marcó el primer avistamiento en ocho años, un suceso que rápidamente captó la atención mediática. El ejemplar, que pesaba entre 150 y 200 kilos, fue abatido por las autoridades tras ser considerado una amenaza para los residentes locales. Aunque los ataques de osos polares a humanos son extremadamente raros, su presencia cerca de zonas habitadas refleja un problema cada vez más visible: el desplazamiento forzado de la especie debido a la pérdida de su hábitat por el deshielo en el Ártico.
El oso fue visto cerca de una cabaña en una aldea remota de la región de Westfjords, al noroeste de Islandia. Una anciana que se encontraba sola en su casa fue la primera en alertar a las autoridades. El animal, aparentemente hambriento, había comenzado a hurgar en la basura, lo que provocó que la mujer, asustada, se encerrara en una habitación superior mientras contactaba a su hija en la capital, Reykjavik, a través de un enlace satelital.
Ante la situación, la policía local decidió que era necesario sacrificar al oso para garantizar la seguridad de la comunidad, luego de consultar con la Agencia Ambiental de Islandia. A pesar de la tristeza que generó el incidente, las autoridades señalaron que reubicar al oso no era una opción viable.
El costo y la complejidad de devolverlo a Groenlandia, de donde posiblemente provenía, hicieron que su eliminación fuera la solución más adecuada. El oso fue llevado al Instituto de Historia Natural de Islandia para ser estudiado, y se tomaron muestras para analizar su salud, presencia de parásitos y otros factores que pudieran arrojar luz sobre su condición física.
Aunque los osos polares no son nativos de Islandia, no es raro que lleguen a la isla arrastrados por bloques de hielo provenientes de Groenlandia. Desde el siglo IX, solo se han registrado 600 avistamientos, lo que hace que estos encuentros sean poco frecuentes. Sin embargo, su llegada ha suscitado debates sobre cómo manejar la presencia de una especie que, aunque icónica, representa un peligro cuando se acerca a áreas pobladas.
En 2008, la llegada de dos osos polares a Islandia impulsó un amplio debate en el país sobre las medidas que debían tomarse en futuros encuentros. Un comité designado por el ministro de medio ambiente concluyó que la solución más pragmática era la eliminación de los osos que alcanzaran tierra firme, argumentando que no solo eran un peligro potencial para las personas y el ganado, sino que los costos y riesgos asociados a su reubicación eran prohibitivos.
La llegada de osos polares a lugares como Islandia es un fenómeno que ha adquirido mayor frecuencia en las últimas décadas. Esto está directamente relacionado con la crisis climática y la acelerada pérdida de hielo marino en el Ártico, que es el hábitat natural de los osos polares.
Según un estudio publicado en Wildlife Society Bulletin en 2017, los osos se ven obligados a aventurarse en tierra firme con mayor frecuencia debido a la reducción del hielo, lo que aumenta la posibilidad de conflictos con los seres humanos.
Este deshielo es una consecuencia directa del calentamiento global, que ha provocado que la capa de hielo del Ártico se derrita a un ritmo alarmante. A medida que los osos pierden su plataforma de caza principal, se ven obligados a recorrer largas distancias en busca de comida. En muchos casos, esto los lleva a áreas habitadas, donde el hambre los hace más propensos a interactuar con los humanos, una situación que generalmente termina en tragedia tanto para el animal como para las personas.
El caso del oso abatido en Islandia no es aislado. Según el mismo estudio de 2017, entre 1870 y 2014 se documentaron 73 ataques de osos polares en Canadá, Groenlandia, Noruega, Rusia y Estados Unidos, que resultaron en 20 muertes y 63 heridos. La mayoría de los incidentes involucraron a osos adultos desnutridos que, desesperados por encontrar alimento, se acercaron demasiado a asentamientos humanos.
El informe subraya que estos ataques están aumentando, en particular durante los últimos años del periodo analizado, un fenómeno que se atribuye a la reducción de su hábitat natural.
La pérdida de hielo obliga a los osos a pasar más tiempo en tierra firme, donde su contacto con los humanos es más frecuente y, a menudo, más peligroso. Un ejemplo reciente de la gravedad de estos encuentros ocurrió en 2023, cuando un oso polar mató a una mujer y a su hijo en un pequeño poblado de Alaska.
El destino de los osos polares es cada vez más sombrío. Un estudio publicado en 2020 predice que, de continuar la tendencia de pérdida de hielo, los osos polares podrían estar extintos para finales de este siglo. Sin una plataforma sólida desde la cual cazar focas, su principal fuente de alimento, estos animales están condenados al hambre y a la extinción, con poblaciones que ya muestran señales de colapso en algunas regiones.
De hecho, el hielo marino del océano Ártico, hábitat natural del oso polar, podría desaparecer en las próximas décadas. Así lo indicaba hace tan solo unos meses un estudio publicado en la revista Nature Communications, que señalaba la acción del hombre sobre el planeta como principal responsable.
Además, la reducción de la diversidad genética hace que la especie sea más vulnerable a enfermedades y menos capaz de adaptarse a cambios rápidos en su entorno, factores que agravan aún más su situación. Mientras tanto, las comunidades humanas que viven en áreas polares también enfrentan nuevos desafíos, ya que los osos famélicos representan un riesgo creciente para sus vidas y medios de subsistencia.
Lo cierto es que el cambio en los patrones de hielo, que durante siglos ha sido la base de la supervivencia de los osos polares, está forzando a la especie a adaptarse de maneras que, irónicamente, los ponen en mayor peligro.
Aunque Islandia ha tomado la difícil decisión de abatir a estos animales en casos de emergencia, el verdadero problema radica en las causas subyacentes: la rápida desaparición del hábitat de los osos debido a la actividad humana. La conservación a largo plazo de la especie dependerá no solo de medidas locales, sino de un esfuerzo global por mitigar los efectos del cambio climático.
Con información de Muy Interesante