Un dron submarino nuclear es la última adición de Corea del Norte a un arsenal que se ha sofisticado en los últimos años en cuanto a capacidad potencial para ejecutar ataques atómicos, haciendo que la situación regional sea más peligrosa aún que la escalada verbal entre Kim Jong-un y Donald Trump de 2017.
Pese a la superioridad militar que sigue exhibiendo la alianza formada por Washington y Seúl, los nuevos sistemas testados en los últimos cinco años por Pionyang han elevado sus opciones para causar verdadero daño en caso de enfrentamiento bélico.
Estos avances han causado además que sea ya prácticamente imposible asestar un golpe preventivo para decapitar al régimen sin exponerse a peligrosas represalias.
Misiles de corto alcance KN-23 y KN-24
Desde 2019, tras el fracaso del diálogo con Washington, Pionyang comenzó a testar estos nuevos sistemas con vistas a renovar y dotar de capacidad nuclear a su arsenal táctico, en términos operativos su amenaza más real a día de hoy dada la cercanía del territorio surcoreano y de las bases estadounidenses ahí presentes.
Mientras que el KN-25 es un lanzacohetes múltiple de gran calibre, los proyectiles del KN-23 y KN-24 son misiles de corto alcance que operan con combustible sólido (más eficiente para un despliegue rápido que el líquido) y pueden trazar trayectorias no completamente balísticas, lo que complica interceptarlos.
El KN-23, inspirado aparentemente en el Iskander ruso, se antoja como el sistema preferido por el régimen para experimentar con activos tácticos dado el número de pruebas realizadas y las variaciones en el diseño del proyectil o sus plataformas de lanzamiento (ha sido disparado desde distintos tipos de plataforma erectora móvil, desde un ferrocarril o un silo).
EFE.