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Descubren radiación ultravioleta en Marte que podría ser compatible con algunas formas de vida

  • 15-Mayo-2025 11:41
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/Foto: Cortesía
Durante décadas, la comunidad científica construyó sus estimaciones sobre la radiación ultravioleta en Marte a partir de modelos numéricos. Sin embargo, por primera vez, un equipo internacional obtuvo datos directos desde la superficie del planeta que cambia las teorías pasadas sobre la posible habitabilidad.

Los resultados brindados por el instrumento REMS, instalado en el rover Curiosity de la NASA, que llegó al cráter Gale de Marte en 2012, muestran que la intensidad de esa radiación, especialmente en sus componentes más dañinos, no es tan incompatible con la vida como se asumía hasta ahora.

El estudio, liderado por el Centro de Astrobiología (CAB, CSIC-INTA), con colaboración del Instituto de Química Física Blas Cabrera (IQF-CSIC), presentó los resultados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) después recopilar información durante más de cinco años marcianos, lo que equivale a más de una década terrestre.

El hallazgo principal establece que las dosis de radiación ultravioleta que inciden sobre Marte se asemejan a las que podrían haber existido en la Tierra primitiva, cuando la vida emergió y comenzó a evolucionar.

Por eso, si bien la exposición a la radiación marciana supera con creces la de la Tierra actual, no es absolutamente incompatible con la existencia de organismos vivos.

A diferencia de la Tierra, cuya atmósfera contiene una capa de ozono capaz de bloquear gran parte de la radiación ultravioleta de alta energía, la atmósfera de Marte es unas cien veces más tenue. Esto permite que las tres bandas principales de la radiación UV —UV-A, UV-B y UV-C— lleguen casi sin obstáculos a la superficie.

Cada una de estas bandas tiene una energía diferente. La UV-A posee la menor, la UV-B resulta más potente y la UV-C es la más energética y dañina para los seres vivos. En la Tierra, la UV-C y la mayor parte de la UV-B quedan absorbidas por el ozono estratosférico. En cambio, en Marte, esa protección es virtualmente inexistente.

Los datos recabados por el instrumento REMS, embarcado en la misión Mars Science Laboratory, revelaron la proporción de cada tipo de radiación sobre la superficie del cráter Gale. En promedio, se registró una composición de 79,6 % de UV-A, 15,3 % de UV-B y 5,1 % de UV-C.

Estos valores resultan consistentes con lo que los modelos habían anticipado, pero su obtención directa confirma por primera vez los niveles exactos.

“Los resultados muestran que la radiación UV en Marte que alcanza la superficie del cráter Gale, se compone, en promedio, de 80 % UV-A, 15 % UV-B y 5 % UV-C”, explicaron en un comunicado Daniel Viúdez-Moreiras, María Paz Zorzano y Alberto González Fairén, investigadores del CAB que encabezaron el estudio.

Los niveles de radiación detectados, en especial los correspondientes a la UV-C, presentan una elevada capacidad esterilizadora. Esta condición había sido una de las principales objeciones para suponer que Marte podía albergar vida en su superficie.

Pero el nuevo trabajo introduce matices. Si bien la radiación es intensa, los autores argumentan que su presencia no bastaría por sí sola para eliminar todos los microorganismos terrestres que puedan viajar adheridos a instrumentos espaciales. Por esa razón, el estudio advierte que las agencias deben mantener estrictas medidas de protección planetaria, sobre todo de cara a futuras misiones tripuladas.

Una de las claves del hallazgo es el contexto atmosférico que permite esta exposición directa. Aunque Marte contiene ozono, su concentración resulta insuficiente para cumplir una función protectora. La atmósfera del planeta rojo no sólo es delgada, sino que posee una dinámica muy diferente a la terrestre. En particular, las tormentas de polvo que atraviesan la superficie marciana provocan alteraciones drásticas en los niveles de radiación.

“La escasa protección que proporciona la atmósfera de Marte frente a la radiación ultravioleta es debida al polvo que se encuentra en suspensión, particularmente relevante en la estación de tormentas de polvo y, en menor medida, del ozono presente en la atmósfera de Marte”, explicaron los responsables del estudio.

La variabilidad es otro de los elementos destacados. Las mediciones del instrumento REMS revelaron que las dosis pueden modificarse en más de un 30 % en cuestión de pocos soles, como se denominan los días marcianos. Este comportamiento no había sido previsto por los modelos computacionales previos. Por ese motivo, el equipo enfatizó la importancia de contar con instrumentos desplegados en la superficie que permitan registrar en tiempo real las condiciones del entorno.

“Estas variaciones son complejas e impredecibles con los modelos atmosféricos actuales, por lo que la instrumentación desplegada en la superficie de Marte resulta imprescindible para conocer el entorno de radiación en el planeta”, añadieron los autores.

La presencia de polvo atmosférico, entonces, cumple un rol ambivalente. En algunos casos, su suspensión en el aire reduce parcialmente la radiación entrante, al dispersar parte de la energía ultravioleta. Sin embargo, la intensidad de las tormentas también puede exponer zonas previamente protegidas, generando desequilibrios inesperados. La interacción entre el polvo y los niveles de UV abre un nuevo campo de estudio que podría arrojar pistas adicionales sobre la posible existencia de hábitats microbianos en áreas específicas de Marte.

La comparación entre Marte y la Tierra primitiva permite construir un marco histórico para evaluar los niveles de habitabilidad. Hace entre 4.000 y 2.500 millones de años, la Tierra tampoco contaba con una capa de ozono plenamente desarrollada. A pesar de ello, la vida logró emerger.

Las condiciones en ese entonces incluían altos niveles de radiación, por lo que los organismos pioneros debieron adaptarse a ambientes hostiles, protegidos en parte por el agua o bajo superficies minerales.

El equipo del CAB sostiene que ese escenario podría ser parcialmente replicable en Marte, al menos en términos de radiación UV.

Desde esa perspectiva, los datos obtenidos por REMS permiten reconsiderar el impacto real de la radiación sobre la viabilidad de la vida marciana. Lejos de ofrecer una conclusión definitiva, el estudio abre nuevas hipótesis. Una de ellas señala que los microorganismos terrestres podrían resistir algunos niveles de exposición, en función del tiempo, la ubicación y el tipo de protección natural que encontraran.

Esto representa un desafío adicional para las futuras misiones humanas, que no sólo deben preservar la vida de sus tripulantes, sino también evitar la introducción de biocontaminantes que alteren el ecosistema marciano.

El proyecto contó con el respaldo del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) de la Unión Europea y del programa MarsFirstWater, un European Research Council Consolidator Grant. Además, incluyó la colaboración de científicos de la misión Mars Science Laboratory (MSL) de la NASA, responsables del desarrollo y operación del rover Curiosity.

Esta sinergia entre instituciones europeas y estadounidenses permitió analizar un conjunto de datos excepcional, recopilado en condiciones extremas, a lo largo de un ciclo completo de estaciones marcianas.

Aunque el trabajo no ofrece respuestas concluyentes sobre la existencia de vida en Marte, establece un nuevo estándar para evaluar su entorno. Por primera vez, el análisis se sustenta en mediciones reales, tomadas durante años por un instrumento operativo en el terreno. Esto permite validar o refutar modelos anteriores y ofrece una base sólida para futuras investigaciones astrobiológicas.

La continuidad de estas mediciones, sumada a la llegada de nuevos instrumentos a otras regiones del planeta, podría generar un mapa más completo de la radiación UV en Marte. La diversidad geográfica y estacional, aún poco conocida, podría revelar nichos más protegidos o áreas con una exposición aún más severa. Esta información será crucial no solo para evaluar la viabilidad de misiones con presencia humana, sino también para diseñar estrategias de exploración que minimicen riesgos y maximicen el conocimiento científico.

Los responsables del estudio insisten en que la radiación ultravioleta que alcanza la superficie marciana no es absolutamente incompatible con la vida.

Esa afirmación no implica que haya vida en Marte, sino que las condiciones detectadas no excluyen la posibilidad de que formas simples de vida, actuales o pasadas, pudieran existir o haber existido. Además, refuerza la importancia de mantener una política de prevención estricta frente a cualquier posible contaminación.

Este descubrimiento no sólo aporta datos sobre un planeta vecino, sino que también ilumina las etapas más remotas del propio planeta Tierra. Al mirar hacia Marte, los investigadores encuentran reflejos del pasado terrestre. Y al comprender cómo la vida pudo haber comenzado bajo condiciones extremas, se expande el horizonte de lo posible en la búsqueda de otras formas de existencia más allá del Sistema Solar.

Agencia

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