Después del rotundo éxito que tuvieron las películas de la trilogía 50 sombras de Grey, basada en los tomos de la novela homónima de E. L. James, los textos eróticos con tintes románticos se han popularizado a gran escala.
Aunque el relato de Anastasia Steele y Mr. Christian Grey no pasa de ser una historia de amor más que su creadora quiera vender, las atrevidas escenas de su versión fílmica, interpretadas por Dakota Johnson y Jamie Dornan, llevaron a muchos espectadores a indagar más sobre ese género literario y, quizás, a buscar algo que se le pareciese.
El interés reveló la existencia de propuestas literarias permeadas por el erotismo para adolescentes: la saga Pídeme lo que quieras, de la escritora española Megan Maxwell: los populares FanFiction en la web, o la también trilogía 365 DNI, de la cosmetóloga polaca Blanka Lipinska y que a principios de año fue llevada al cine en ese país y ahora gracias al alcance del streaming se ha convertido en uno de los estrenos de Netflix más vistos este último mes en Estados Unidos y América Latina.
Catalogados, en principio, como literatura erótica, estos relatos -los que han sido llevados al cine como 50 sombras de Grey y 365 DNI- recurren a un lenguaje explícito -soft porn o porno suave- a la hora de exponer el sexo como parte inherente a las relaciones románticas.
En teoría, no se les debería incluir en tal categoría pues estas obras prescinden de la sugerencia, de cierto tono metafórico inherente al erotismo, para llegar a los lectores. Incluso, muchos consumidores las consideran pornografía, pese a todos los recursos narrativos y formales usados para darles un tamiz rosa.
Pero en realidad, la pregunta que muchos se hacen es: ¿Qué tienen estos libros que causan tanto furor? Y aún hay más: ¿Por qué estos relatos son elegibles para ser traducidos a películas, cuando el género que las motiva ha existido por siglos?
La sociedad ha avanzado y con ello, también se han derrumbado algunos tabúes relacionados con el sexo. Incluso en una cultura machista como la latinoamericana, estas novelas, además de despertar las pasiones escondidas de los lectores, suelen promover la importancia de la sexualidad femenina, e invitan a las mujeres a conocerse más en este ámbito y dejar atrás esa creencia de que el hombre es el único que tiene necesidades sexuales. Al fin y al cabo, hablamos de libros escritos por mujeres y dirigidos, mayormente, a mujeres.
Frente a las obras de autores como Marguerite Duras (El amante), el Marqués de Sade (Juliette), D. H. Lawrence (El amante de Lady Chatterley), Henry Miller (Sexus), Pauline Réage (Historia de O), Anaïs Nin (Delta de Venus) o Vladimir Nabokov (Lolita), por citar a algunos grandes nombres de la literatura universal, las novelas de E. L. James o de Blanka Lipinska lucen, definitivamente, inferiores, bien sea porque éstas no poseen las elaboradas y significantes tramas de sus antecesoras ni su riqueza en el uso del lenguaje ni su potente capacidad para hacer “fantasear” a los lectores.
Aun así, estas novelas soft porn se imponen en el gusto de la industria del cine, siempre ávida de historias que “huelan” a potenciales éxitos de taquilla. Digamos que en estas obras subyace la esencia del cine romántico que Hollywood se niega a renovar, aunque lo presenten con más o menos grados de picardía. La fórmula es la de siempre: hombre guapo, millonario y romántico llega para salvar o ser salvado por la protagonista, una chica bella, sensual, aburrida e insatisfecha que todavía cree en galanes de cuentos de hadas. La verdad es que, si se le quitan las escenas de sexo, tales adaptaciones no pasarían de ser relatos al estilo Disney.
Amados u odiados
La idealización de los personajes en este tipo de películas, específicamente la de Christian Grey y ahora el italiano Massimo (Michele Morrone) de 365 DNI, ha suscitado diversas reacciones en los espectadores, mientras la crítica no ha tardado en amarlos a odiarlos.
Ya son cosa del pasado los debates que surgieron a partir de las patologías psicológicas exhibidas por el personaje de Grey. Ahora, el foco apunta a la nueva adquisición, subida de tono, de Netflix y la escritora Blanka Lipinska, a quien se atribuyen los mismos errores expuestos por los especialistas en las historias de sus predecesoras: los expertos coinciden en que, de nuevo, sus relatos tienden a “romantizar” comportamientos abusivos en las relaciones; abusos, especialmente, contra la mujer.
En esta ocasión, la cinta asume como “normal” el síndrome de Estocolmo, cuando la protagonista se enamora de su captor sin oponer resistencia, y con una ensoñación que, al final, no se distancia de la sumisión. Esto le otorga a Laura (Anna Maria Sieklucka), el personaje femenino de 365 DNI, características tan frívolas que la hacen una mujer totalmente estereotipada, no muy diferente de la inocente Anastasia Steele.
Con diálogos sin sentido, urdidos solamente para establecer entre los protagonistas una reedición del juego del gato y el ratón, la resolución de los conflictos entre la pareja termina en escenas de sexo que no profundizan en la conexión entre ellos. Queda claro, para muchos, que la adaptación de 365 DNI estuvo marcada por un solo objetivo: hacer de la novela una película “porno suave” que se pudiera transmitir a través de Netflix; es decir, carente de fondo y con una historia de amor poco creíble, donde, además, reluce el elemento negativo común en ésta producción y en 50 sombras de Grey: el machismo expresado en figuras masculinas presentadas como auténticos controladores de voluntades que siempre toman lo que quieren y mantienen a sus “enamoradas” (¿o víctimas?) en una expectativa constante sobre lo que esperan que ellas sean en la relación.
En 2013, uno de los estudios realizados sobre el fenómeno de las 50 sombras fue la de tres investigadoras de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, Amy E. Bonomi, Lauren E. Altenburger, y Nicole L. Walton, titulado ¡Doble basura!: Abuso e identidad dañada en 50 sombras Christian Grey y publicado en la revista Journal of Women's Health.
En ese estudio, las expertas concluyen que la novela de E.L. James romantiza la violencia sexual y el abuso emocional por parte del protagonista masculino ya que este “controla todos los aspectos de la relación entre ambos usando tácticas como el acoso, el aislamiento, la amenaza, la intimidación y la humillación”. También, añaden, “es la perpetuación de normas de abuso peligrosas y, sin embargo, está siendo elegido como libro romántico, erótico, por las mujeres”.
Para Bonomi, el problema de que estas lecturas o películas se hagan populares (o virales) radica en el hecho de que puede influenciar gravemente las mentes jóvenes que tienen mayor tendencia a seguir e imitar el comportamiento que ven en estos personajes; dicho de otra forma, esos filmes que se mercadean como “románticos y sensuales” sólo reafirman y disfrazan patrones de conductas dañinos tanto en los agresores como en las víctimas.
Afortunadamente, esta percepción no es la misma para todos. Hay quienes tienden a analizar y sopesar cuánto hay de positivo y negativo en este tipo de contenidos, lo que puede llegar a generar desagrado y molestia en lugar de considerar tales conductas como referencia.
Lo cierto es que, en contraparte al gran debate que se vuelve a abrir entre la opinión popular con la trilogía de Lipinska, cuya secuela comenzará a grabarse cuando se normalice la situación generada por la pandemia del coronavirus, libros como éste, 50 sombras de Grey o Pídeme lo que quieras se han convertido en parte de la cultura literaria de los jóvenes, y han hecho que, de manera positiva, la resistencia a la literatura erótica se haya casi desvanecido; hoy, su lectura surge como una alternativa para los que buscan sumergirse en historias diferentes que los lleven a imaginar y desear vivir otras experiencias en su vida íntima.
Frente a fenómenos como 50 sombras de Grey y ahora 365 DNI lo más sano es promover desde los medios su carácter de obras de ficción e invitar al lector a que se acerque al género como una herramienta para potenciar sus fantasías, que estos libros y sus respectivas películas deben leerse y verse con un ojo crítico capaz de diferenciar la realidad de la ilusión. Entender, en cualquier caso, se trata de “Disney para adultos”.
El Universal