El Reino Unido ha roto definitivamente sus lazos con la Unión Europea (UE), con lo que pone punto final a casi medio siglo de participación en el bloque europeo.
A las 23:00 hora de Londres (misma hora GMT) y medianoche en Bruselas, el reloj marcó el momento histórico de la desconexión del Reino Unido de sus vecinos comunitarios, más de cuatro años después de que los británicos votasen -el 23 de junio de 2016- a favor del Brexit.
El Reino Unido ya había abandonado oficialmente el club de los 27 el pasado 31 de enero, pero este viernes, con la entrada del 2021, ha salido del mercado común y la unión aduanera, a los que todavía estaba ligado durante el periodo de transición que acaba de terminar.
A partir de ahora, el Reino Unido, como ha insistido el Gobierno, se convierte en país con control de sus aguas, libertad de negociar acuerdos comerciales con países fuera del bloque comunitario, sujeto únicamente a sus propias leyes y bajo jurisdicción de sus tribunales.
En el plebiscito de 2016, el 51.9% votó a favor del Brexit y el 48.1% en contra, con una participación del 72.2%, mucho más alta que en elecciones generales británicas.
Desde aquel 23 de junio de 2016, el Reino Unido y la UE iniciaron un largo y sinuoso camino, como lo describió la presidenta de la Comisión Europea (UE), Ursula van der Leyen, al parafrasear una canción de los Beatles, a fin de establecer la futura relación comercial y de cooperación entre ambas partes.
Ese camino culminó el pasado día 24 con un amplio acuerdo de libre comercio, que ha sido ratificado en el Reino Unido, después de que las dos cámaras del Parlamento británico -Comunes y Lores- lo aprobasen el día 30 en una sesión extraordinaria.
El proyecto de ley que se tramitó por la vía de urgencia transpone a la legislación británica los compromisos adquiridos con la UE sobre la relación entre ambas partes.
El pacto de Nochebuena sellado en Bruselas, después de nueve meses de negociaciones, asegura que el Reino Unido puede “comerciar y cooperar” con los 27 miembros de la UE “en los más cercanos términos de amistad y buena voluntad”.
Esta noche, con esta ruptura sin precedentes en el proyecto europeo iniciado tras la II Guerra Mundial, el Reino Unido deja atrás una relación ambivalente y tormentosa con la UE.
El debate sobre lo bueno y lo malo de estar en la UE ha estado siempre presente entre los políticos de distintas extracciones, pero han sido los conservadores de Boris Johnson lo que han tenido en las últimas décadas más problemas internos por el fuerte euroescepticismo.
Paradójicamente, fueron los “tories” los que metieron al Reino Unido en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE) en 1973 bajo el mandato de Edward Heath, primer ministro entre 1970 y 1974.
Heath lo consiguió después de dos intentos fallidos por parte del Reino Unido, en 1963 y 1967, por el veto de Francia a causa de las dudas del entonces presidente Charles de Gaulle sobre el compromiso británico con el proyecto europeo.
Desde aquel ingreso visto como símbolo de progreso, el vínculo británico con Europa tuvo momentos difíciles para distintos primeros ministros. David Cameron dimitió tras el referéndum del 2016 y Theresa May se vio forzada a renunciar ante la imposibilidad de reunir los apoyos suficientes en el Parlamento para sacar adelante un acuerdo sobre la retirada británica del bloque europeo.
La desconexión, no obstante, no es una sorpresa. El Reino Unido se mostró siempre reticente a una mayor integración europea, sobre todo política y monetaria, hasta el punto de que consiguió mantener su libra esterlina y quedar fuera de la divisa comunitaria.
Para Boris Johnson, artífice de la campaña a favor del Brexit en el referéndum de 2016, la salida de su país de la UE no implica el abandono de los vínculos con Europa.
“Cultural, emocional, histórica, estratégica y geográficamente, este país seguirá unido a Europa”, dijo Johnson tras sellar el acuerdo con la UE la pasada Nochebuena.
EFE