Algunas de las petroleras más grandes del mundo están viendo cómo activistas climáticos e inversores están poniendo contra las cuerdas el negocio de los combustibles fósiles. A la sentencia de la justicia holandesa que obliga a la petrolera Shell a reducir un 45% sus emisiones de dióxido de carbono se le une otra importante victoria al otro lado del Atlántico: la dirección de Exxon, la mayor petrolera de EE UU, se ha visto obligada a admitir que 2 de sus 12 miembros sean los propuestos por un minoritario fondo de inversión cuya acción se centra en la lucha contra el cambio climático.
Dejar las reservas de crudo y gas bajo tierra es una de las peticiones que los activistas contra el cambio climático y muchos científicos repiten desde hace años como fórmula para lograr que el calentamiento global se quede dentro de unos límites manejables. Y dejarlas bajo tierra es, básicamente, lo que propone ahora la Agencia Internacional de la Energía (AIE) cuando advertía en un reciente informe de que para cumplir el Acuerdo de París ningún Gobierno del mundo debería autorizar nuevas explotaciones de combustibles fósiles. El informe supone un nuevo puñetazo en la mesa de los consejos de administración de las grandes petroleras, golpeados ahora por la sentencia de Shell y los cambios en el consejo de Exxon.