La poderosa visión en el espectro infrarrojo del telescopio espacial James Webb ha descubierto miles de estrellas en formación en la nebulosa de la Tarántula que hasta ahora no habían sido detectadas.
Dentro de la Gran Nube de Magallanes, a solo 161.000 años luz, la nebulosa de la Tarántula es la región de formación estelar más grande y brillante del Grupo Local, las galaxias más cercanas a la Vía Láctea, lo que la convierte en una de las favoritas de los astrónomos para observar ese proceso.
El James Webb, lanzado el pasado 25 de diciembre, apuntó sus instrumentos a esa nebulosa, también llamada 30 Doradus, donde además de las estrellas jóvenes reveló la existencia de galaxias lejanas de fondo, así como la estructura y composición detalladas del gas y el polvo de la nebulosa.
La imagen de la nebulosa tomada por la cámara de infrarrojo cercano (NIRCam) recuerda al hogar de una tarántula excavadora, forrado con su seda, según la describe la Agencia Espacial Europea (ESA) que participa junto a la NASA y la Agencia Espacial Canadiense en el telescopio.
La cavidad de la nebulosa, que puede verse en el centro de la imagen, se debe a la radiación abrasadora de un cúmulo de estrellas jóvenes masivas, que brillan en azul pálido en la imagen.
Las zonas circundantes más densas de la nebulosa son las únicas que resisten la erosión de los poderosos vientos estelares de las estrellas jóvenes, formando pilares que contienen protoestrellas en formación, las cuales acabarán saliendo de su polvorienta envoltura para dar forma a la nebulosa.
El espectrógrafo de infrarrojo cercano (NIRSpec) captó, por su parte, a una estrella que comienza a salir de su pilar y que aún mantenía una nube aislante de polvo a su alrededor.
Sin los espectros de alta resolución de Webb en longitudes de onda infrarrojas, este episodio de formación estelar en acción no podría haberse revelado, destacó la ESA.
EFE