El aparente control que los militares habían impuesto sobre el convulso sistema penitenciario de Ecuador quedó roto el lunes con la matanza de catorce personas en la cárcel de Machala (sur), entre ellas trece presos y un guardia carcelario, y siguió este jueves con la masacre de al menos diecisiete reclusos en la cárcel de Esmeraldas (norte).
Según las autoridades, ambos episodios comenzaron de forma similar: un grupo de presos pertenecientes a una banda criminal simuló la enfermedad o muerte de uno de sus integrantes para emboscar a los agentes que acudieron a inspeccionar. De ese modo lograron acceder a otras áreas del penal donde se encontraban reclusos de bandas rivales, a quienes atacaron con extrema violencia.
En el primer episodio, la cárcel de Machala, que se ubica cerca a la frontera con Perú y en la que predominan integrantes de Los Lobos, la Policía ecuatoriana atribuye la masacre a una facción de Los Lobos llamada Sao Box que buscó atacar a otra división del mismo grupo.
En los acontecimientos de este jueves en la prisión de Esmeraldas, que se encuentra en la frontera con Colombia y donde prevalecen Los Tiguerones, fueron presuntamente miembros de esta banda los que realizaron el ataque contra integrantes de varias bandas como Los Lobos y Los Choneros.
Ambos momentos tuvieron una crueldad extrema hacia las víctimas, donde algunos de ellos terminaron mutilados y otros decapitados, con un fuerte enseñamiento a sus cuerpos, como quedó constatado en las escabrosas imágenes que llegaron hasta las redes sociales.
Aparentemente, los presos han utilizado armas blancas que han logrado introducir en las prisiones pese al mayor control militar dispuesto por Noboa, y también, en el caso de Esmeraldas, se apropiaron del arma de fuego del militar al que redujeron y que terminó herido.
Tanto en una masacre como en la otra el Gobierno ha guardado silencio sin ofrecer información pública sobre los sucesos, por lo que la única información oficial ha sido difundida por la Fiscalía.
EFE.